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El declive de la comedia

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La comedia, sea humana como la de Balzac o divina como la de Dante, es probablemente el género narrativo más antiguo de la humanidad, y el más comercial, pues según algunos comediógrafos se remonta ya al Génesis, y toda aquella historia subida de tono de Adán y Eva en el paraíso terrenal, cargada de equívocos, malentendidos, bromas ingeniosas y un tercer visitante inesperado (triángulo amoroso) para liarla parda. Considerando que el guionista era el propio Dios (menudo comediante), y ya sabía lo que iba a pasar con el chiste de la manzana y la serpiente, de muy mal gusto por cierto, más antiguo que la comedia no hay nada. El caso es que desde hace milenios y hasta el declive del género en la actualidad, las comedias nos han ayudado a sobrevivir en este valle de sombras, y si son del mencionado Balzac, de Lope de Vega o de Billy Wilder, incluso nos han alegrado la vida y proporcionado felicidad. Transitoria, pero algo es algo. Mejor una comedia mediocre y tontorrona, que un dramón mediocre y no menos tontorrón. Muchos opinamos que el arte de la comedia es el arte supremo, porque atreverse a llamar comedia al infierno exige unas agallas extraordinarias, y es además la única salvación posible de dicho infierno. Lástima que ahora, cuando más falta nos hace, sea un arte en declive y acaso en vías de extinción. Los comediantes están mal vistos, la comedia también. Seguramente porque la comedia clásica trata fundamentalmente de hombres y mujeres, o de tíos y tías binarios, con sus tropezones, idas y venidas, sobreentendidos tácitos y situaciones por demás hilarantes, y aunque no suele contener violencia de género, sí abunda en sesgos intolerables y, sobre todo, en mofas de género, que es donde estaba la gracia. Ya no. Y como no te puedes reír, la comedia desfallece, y las pocas que quedan no tienen gracia. Hasta las mencionadas de Billy Wilder, por no ir más lejos, serían inadmisibles. Por la mofa de género. Algo repudiable, como ver a alguien fumando en una peli. Si no te puedes mofar de eso… Pero en el declive de la comedia hay algo más grave. Porque sin comedias tampoco habrá tragicomedias, y entonces sí que estaremos jodidos. ¡El apocalipsis por aburrimiento!

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