Una tarde de estas paseaba por la plaza de España y un señor con corbata y camisa blanca me vio como perdido -no lo estaba, sencillamente intentaba averiguar qué había cambiado en la plaza tras las obras y que yo era incapaz de ver- y me dio una especie de folleto muy místico en el que se podía leer algo así como «encuéntrate a ti mismo». Yo, que no quiero líos, cogí el documento con cierto entusiasmo falso, pero lo hice con tanta corrección que acompañé mi toma del papel con un sonoro «gracias». El hombre por fin vio a un tipo lo suficientemente débil como para tratar de aumentar la presión comercial y me dijo algo así: «Te podemos ayudar a encontrarte a ti mismo y también a Dios». Yo puse la misma cara que pone Mbappé cuando tiene un gol cantado y Vinicius no le centra el balón y empecé a pensar qué pasaría si me encontrara a mí mismo. ¿Y si al encontrarme soy un cabeza rapada con antecedentes? ¿Y si me he hecho fan de Bertín Osborne? ¿Y si estoy haciendo la mili en Melilla? ¿Y si llevo calcetines con las sandalias? Esto de encontrarte a ti mismo siempre es un peligro -recuerden la película Regreso al futuro- porque igual no te gusta lo que encuentras. Empecé a sudar, di media vuelta y le devolví el folleto al señor de corbata. «Prefiero no encontrarme y lo de Dios, cuanto más tarde nos veamos, mejor», le dije quitándome un peso de encima. Tal vez no sea perfecto, que no lo soy, pero prefiero esto a encontrarme con mi otro yo, no sea cosa que me guste más que el original. Que también podría ser.
Encuéntrate
Miquel Alzamora | Palma |