Un español o española que se precie no está nunca ni bien ni mal. Siempre estará regular, tirando, ni fú ni fá, medio medio, ya ves, pichín, pichán; o así, así. El Gobierno de España se ha dado cuenta y ha lanzado como idea las bajas a medias. Un trabajador que está enfermo puede ir al curro a ratos. Ni sí ni no. El asalariado cuántico. El trabajo os hará sanos pareciera. Pero no. La propuesta olvida temas fundamentales. El primero es teológico. Trabajar es un castigo divino. «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente». Con la otra maldición del Génesis, la de parir con dolor, la ciencia ha hecho avances asombrosos y constantes. Se ignora qué pasa con la primera, por mucha inteligencia artificial que se patente porque la jornada laboral sigue igual.
Con la idea de las bajas a medias, el Ejecutivo plantea que a los empleados españoles les gusta tanto trabajar que, a poco que puedan, volverán a sus puestos. O incluso un poder curativo del trabajo. ¿Está usted regular? Pues a trabajar regular. ¿Dolor de hombro? Tres horas de jornada le dejan listo. ¿Gripe? Eso son seis horas al día, pero sin contagiar. Resulta que el planteamiento parte de un estudio financiado por empresas de postín de las principales del país. Parecen de Marte de ingenuos que son. Eso de estar medio enfermo se lo pueden poner a un japonés o a un alemán, carentes de base católica. En un lugar donde existen términos como «regulinchi» o «tirandillo», una baja parcial es una barra libre en la práctica. Ni tan bien ni tan mal. La patronal alude a la picaresca de los trabajadores con las bajas y las ausencias injustificadas. Menos se menciona la picaresca de patronos a los que tampoco, nunca, les va bien. Parecieran hoteleros, agricultores o españoles, colectivos siempre con la queja en la boca. De este modo, qué se le puede augurar a la baja parcial, en el país del regulín. Seguro que irá psé psé.