Ultima Hora ponía el foco en un problema del que conocemos desde hace tiempo su evidente deterioro. Blanca Pou nos informaba de la mesa del pacto para la inclusión Xarxa-EAPN. La buena política es la que va por delante de los acontecimientos. No vamos a abundar en la mediocridad que padecemos en general, salvo algunas excepciones, ni de la cara dura de los que han gobernado durante la última década y ahora pretenden cargar el mochuelo a los que llevan tan solo un año. Enfatizaba que según los políticos reclamaban un diagnóstico.
El director de EAPN, Andreu Grimalt, les solicitaba mayor especificidad conjugando lo cualitativo con lo cuantitativo. Este intentaba afinar el instrumento político. Todo ello está bien. El diagnóstico se puede realizar en cuarenta y ocho horas. Un experto en metodología al que le proporcionen los datos en poder de los servicios sociales, IB Salut, Médicos sin Fronteras, Cruz Roja... nos alumbraría el estado de la cuestión. Pero a la hora de aplicar el tratamiento, la situación se complica. Son necesarias medidas transversales donde deben participar instituciones políticas diversas: UE, Poder Legislativo, etc. El cribaje de lo que se puede ver por simple observación nos enseñaría que la inmigración, el coste de la vivienda, el desfase entre sueldos y coste de vida, los valores perdidos con el esfuerzo, sacrificio, etc, complican su abordaje. Es un problema trasversal y multifactorial. Empleo y prestaciones mal gestionados. Priman el populismo electoral por encima de la seriedad y el rigor. Falta valentía política y sobra demagogia. Los perfiles del sinhogarismo han ido cambiando. Antes se llegaba a esta situación en la mayoría de los casos por las adicciones. Ahora gente que se ha despeñado por la muerte lenta de la clase media se encuentra en situaciones límites con la marginación. Tenemos nuevos habitantes que viene huyendo de la pobreza y o la explotación del tercer mundo, pero también supervivientes del hampa y vividores que viene al paraíso de la anarquía. Hemos sembrado la pedagogía social de que todos tienen derechos, pero sin obligaciones. Los sin papeles son tratados como si hubieran pagado impuestos durante años. No viene gente cualificada. No se les exige nada.
Los servicios sociales están desbordados. Pedro Sánchez delega en las autonomías sus obligaciones sin contrapartida y con políticas delirantes para engrandecer su figura a nivel internacional, mientras los que le pagan no llegan a final de mes. Es hora de que las instituciones se planten ante el Estado y exijan que trabaje para la dignidad más elemental. Generar riqueza para todos, no repartir pobreza. La moqueta y el coche oficial nubla la razón a más de uno. Pero recuerden que la vida es bella.