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La cultura de los aspavientos

| Palma |

Se habrán fijado que con frecuencia al consultar sus pantallas, de televisión o de teléfono a fin de informarse de algo, les aparece un sujeto haciendo grandes aspavientos, con alardes de gestualidad y mucha afectación, igual que si fuese un actor de películas españolas o un portavoz en el Congreso, exhibiendo sus sentimientos y su disgusto de manera exagerada. No pasa nada, se trata de lenguaje corporal, cuya cota máxima es el aspaviento, y puesto que estamos en la cultura de los aspavientos, y existe la convicción social de que sin ellos nadie te hará caso, ni te tomarán en serio, también abunda la modalidad de aspaviento electrónico, con reproches o con exabruptos. Como sabemos por los entendidos, el lenguaje corporal a veces confirma lo que se está diciendo, pero otras en cambio lo contradice, delatando y traicionando al orador, lo que le obliga a recurrir al aspaviento para evitar confusiones. Es un lugar común que los políticos contemporáneos no acuden al Congreso para hacer política, sino para hacer aspavientos, tanto en el hemiciclo como en los pasillos si se les acerca una cámara (el aspaviento electrónico, decíamos). ¿Significa eso que no tienen ideas políticas, sino sólo grandes aspavientos? Bueno, en parte, pero tal cosa no basta para explicar la cultura del aspaviento, que es la dominante en la última década. Porque resulta que quien más aspavientos hace comunica mejor, redobla su expresividad, es más elocuente y convincente, características muy valoradas en esta época de la comunicación. No sólo parece más inteligente (la IA ya está aprendiendo a hacer aspavientos intelectuales), sino también más sincero, otro rasgo inexplicablemente sobrevalorado en nuestra cultura. Y razón por la que mires donde mires, lo normal es ver gente muy emotiva haciendo aspavientos. Ojo, no sólo políticos, porque el repertorio de aspavientos de futbolistas y cantantes es extensísimo, y hay escritores que llenan cientos de páginas de aspavientos. El aspaviento es ahora el mensaje. Hasta el individuo más obtuso piensa estupendamente mediante aspavientos, y con ellos se comunica a satisfacción. El lenguaje corporal es muy audiovisual, espectacular a veces, y claro, de ahí a la cultura de los aspavientos sólo hay un paso. Que desde luego, ya dimos hace mucho tiempo.

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