La mayoría de los analistas están de acuerdo en valorar como muy positivo el pacto que Feijóo ha arrancado sobre la Justicia, mientras que gran parte de la ciudadanía, que echa de menos los pactos de Estado entre los dos grandes partidos, no recibe éste con el entusiasmo que cabría esperar. ¿Por qué? Pues porque no se fían de Sánchez. Y con razón. Andan buscando dónde está el gato encerrado. No es fácil encontrarlo. El hecho de que tanto el radicalismo de izquierdas como el de derechas lo rechace y desde las posiciones nacionalistas hagan lo propio porque los han dejado al margen del reparto de la tarta del control de la Justicia, es para muchos una prueba de su bondad. Pero por más argumentos que se ofrezcan, la gente sigue buscando al gato; están convencidos de que tiene que estar en algún lado, que Sánchez levantó un muro negando la condición humana del enemigo a batir, que amenazó con que si la oposición no aceptaba su propuesta, el Gobierno haría por su cuenta los cambios legales. Tampoco creen que el temor a sanciones de la UE le amedrente lo suficiente. La duda de si se acabará cambiando la ley para la elección de los jueces no les preocupa demasiado, dan por seguro que Sánchez no cumplirá el compromiso, pero saben que, con el impulso de la UE, se acabará aprobando un sistema más justo.
Lo que no entienden es la cesión actual que mejora notablemente el antiguo sistema y proporciona al líder del PP un éxito político considerable. Ven el contrasentido que significa el pacto cuando el PSOE ha evidenciado una pulsión desmedida por no respetar la separación de poderes, nombrando a una de sus ministras fiscal general y a otro ministro vocal del TC y así hasta llegar al 7-4; que está utilizando este Tribunal, pilotado por el incondicional Conde Pumpido, con la toga chapoteada en el fango de tantos caminos tortuosos recorridos, como una corte de casación para indultar, bajo mano, a sus desviados compañeros del partido de los millonarios ERE, condenados en sentencia firme por el TS, enmendándole la plana; que sigue señalando a los jueces que no obedecen sus directrices y les acusa de lawfare.
Confieso que yo tampoco he encontrado el gato y no es que le busque los tres pies.