La vicepresidenta del Gobierno social comunista, monaguilla de Sánchez con aspiraciones a sucederle, no tiene palabra. Ejecuta con nitidez la célebre frase del genial Grouxo Marx: «Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros». Hace unos meses, ante los representantes del pueblo –los diputados–, sentenció para evitar la irritación de algunas comunidades, que la financiación autonómica se redimensionaría con absoluta igualdad para todas. Estos días, para comprar la investidura de Illa en Catalunya, ya anunció que esta tiene una singularidad que había que entender. El plato de las lentejas vendidas a traición llevaba un carísimo fuet, condonaría nada menos que quince mil millones a la Generalitat. Es decir, a nuestras Islas ni nos recibe el César Sánchez, no nos pagan el convenio de carreteras o lo hacen con una cifra humillante. No nos aportan dinero para educación y sanidad, cuando atendemos durante seis meses desplazados del resto del Estado, doblando nuestra población. Catalunya tiene tres o cuatro canales de televisión y no sé cuántas radios públicas, embajadas propias y un sinfín de gastos superfluos, para ejercer de nación.
No critico las legítimas aspiraciones de los catalanes, pero sí me posiciono en contra de seguir en el vagón de cola en financiación. Nosotros también somos singulares. Somos archipiélago. Los productos se encarecen con el transporte. Tenemos problemas de sostenibilidad. Necesitamos mayor financiación estatal para resolverlo. No gastamos más que lo imprescindible. Pero no tenemos interlocutores que nos necesiten para ellos gobernar. Tenemos pocos diputados y escasa influencia o nula capacidad para interactuar con Moncloa. Perdón, olvidaba que sí tenemos la posibilidad de hacernos escuchar. Tenemos a la tercera autoridad del Estado. La presidenta del Parlamento nacional, Sra. Armengol. Los bobos como uno mismo creíamos que sería una gran aliada, que apoyaría incondicionalmente esta tierra, que sería una gran demócrata, que aunque ella perdiera en Baleares, sería magnánima con quien le arrebató el Consolat. Pero su odio incontenible al PP y la presidenta Prohens ha hecho que no sólo no nos ayude, sino que pone todas las trabas para que esta fracase, aunque con ello perjudique a su propia tierra. Grouxo, además de genial, era inmensamente divertido.
La parodia que vivimos no solo es humillante sino también zafia, cutre y triste. La vicepresidenta Montero, además de injusta y desleal, es desagradable en las formas, vulgar en las gesticulaciones. No sabe comportarse como toca a una persona que representa institucionalmente la segunda autoridad de nuestro Gobierno. Pero podríamos disculpar esta torpeza en las formas si al menos fuera digna y sobre todo dejara de mentir y fuera justa en las medidas para gestionar nuestros impuestos. Que Dios la bendiga, señora.