Tal y como ocurrió hace unas semanas en Canarias, numerosos residentes en Mallorca se manifestaron ayer por las calles de Palma en contra de la masificación y pidiendo un nuevo modelo turístico, que respete más a los ciudadanos que viven en la Isla y que padecen, a diario, las consecuencias de la llegada masiva de veraneantes. En realidad, solo era cuestión de tiempo que los mallorquines se echaran a la calle, porque lo cierto es que existe un gran malestar en gran parte de la población por los problemas derivados de la masificación. Y ese malestar está del todo justificado: no es de recibo que las playas estén absolutamente desbordadas (con el consiguiente daño al medio ambiente) o que las autopistas y la vía de cintura estén siempre colapsadas. Ha llegado el momento de cambiar las cosas y apostar por un turismo sostenible y controlado, para no acabar convertidos en un parque temático.
Población fija desproporcionada
Pero no sería justo achacar todos nuestros males a los turistas. De hecho, Mallorca cuenta casi con una población fija de casi un millón de habitantes, lo que evidencia la desproporción absoluta entre la capacidad de nuestras infraestructuras y el número de residentes. Esa masificación afecta también a la crisis habitacional, porque existe más demanda que oferta y, por consiguiente, los alquileres -si los hay- están por las nubes y los precios de venta de las casas se disparan.
Sin soluciones este año
Sin embargo, hemos de ser muy conscientes de que a pesar de los esfuerzos del ejecutivo autonómico, que ha creado un comité para evaluar la situación y ofrecer soluciones, esta temporada no se podrá revertir la situación y, casi con toda seguridad, los residentes viviremos un verano de agobio y presión debido al aumento vertiginoso de la población por la llegada masiva de turistas.