Hace unos días Kylian Mbappé presentó la figura de cera que le han hecho vestido de futbolista para el museo de Madame Tussauds de Berlín, y se le parece. Madame Tussauds me perdonará, pero me temo que no sabe muy bien de qué va esto. Ya me dirán qué gracia tiene ir a un museo a ver figuras de cera si apenas se distinguen del original. Hoy en día, que gracias a la televisión e internet tenemos a todos los famosos más que vistos, los museos de cera despiertan por sí mismos tanto interés como los zoos o los espectáculos de delfines. Quien más quien menos sabe cómo es un ornitorrinco, y a Mbappé lo vamos a tener la próxima temporada jugando en el Madrid cada fin de semana. Lo que nos ha llamado siempre la atención de los museos de cera ha sido precisamente la serie de crímenes que de costumbre se perpetraba con la gente famosa y ante la que los medios tradicionales, por respeto a unos y otros, han solido pasar pudorosamente de puntillas. Ni el rey Juan Carlos, ni Margaret Thatcher, ni Cristiano Ronaldo, ni Rafa Nadal (madre mía lo de Rafa Nadal en Madrid), ni David Bisbal... Ya podían ser famosos, mandar mucho o tener montones de dinero, que daba igual: aquí no se salvaba nadie.
Dicen que el secreto del parecido de las figuras de Madame Tussauds es que en realidad no son de cera. Así cualquiera. Trabajando la cera me hubiera gustado ver a mí a Miguel Ángel.