En el gélido otoño de 1918, durante la Primera Guerra Mundial, un batallón entero estadounidense se perdió en el bosque de Argonne, tras las líneas enemigas alemanas. Los 554 hombres de la 77º División de la Fuerza Expedicionaria, al mando del mayor Charles W. Whittlesey, quedaron rodeados y atrapados. Y lo peor: les bombardeaban los propios aliados, que no sabían que eran de los suyos, y los enemigos, que sí lo sabían. Tenían, pues, las horas contadas. La comunicación por radio era imposible y cada mensajero que pretendía salir del bosque era abatido. Hasta que apareció en escena un pequeño palomo mensajero llamado Cher Ami, de poco más de un año. Los 194 soldados que quedaban en el batallón se encomendaron a la pequeña ave, a la que colocaron una cápsula en la patita, con el siguiente mensaje: «Estamos en la carretera paralela 276.4. Nuestra propia artillería está lanzando un bombardeo directo sobre nosotros. Por el amor de Dios, basta». Demasiado educados fueron, con la que estaba cayendo. Nadie daba un duro por el soldado de plumas, que voló 40 kilómetros y una hora después consiguió llegar a la base aliada, eso sí: con una pata destrozada y tiroteado. Pero entregó el mensaje y salvó al batallón perdido. La acción de Cher Ami, el palomo cojo, fue tan heroica que los franceses le entregaron la condecoración Croix de Guerre. Tras su muerte, su cuerpecillo fue disecado y ahora se expone en un museo de EEUU.
‘Cher Ami', el palomo cojo
Javier Jiménez | Palma |