Me contaba un tío mío que se enteró de la Guerra Civil el mismo 18 de julio, pero por la noche, porque le pilló trabajando en unas modestas viñas y regresó cuando el sol se estaba despidiendo. Cuatro años más tarde, el 31 de agosto de 1939, en Europa todos se fueron a dormir sin saber que Hitler invadiría al día siguiente Polonia, quedando inaugurada, oficialmente, la II Guerra Mundial.
En cierta ocasión, Marcelino Camacho me dijo que las huelgas eran algo así como las guerras, que se sabía cuándo comenzaban pero nadie tenía conocimientos aproximados de cómo y cuándo iban a concluir.
Aquí andamos muy entretenidos en malversadores, cínicos, mentirosos, y una variada gama de sinvergüenza y aprovechados, que nos ayudan a olvidar que, allí, al fondo, está la guerra, y que no es una guerra tipo Balcanes, regional, sino que andan enfrascadas una potencia nuclear como Rusia, su probable aliada, China, y un Occidente con líderes a la altura de Podemos, aunque sean pijos con dinero o ancianos en el ocaso. Si mañana China decidiera invadir Taiwan, la III Guerra Mundial estaría servida. Y, claro, nadie podría calcular cuándo y cómo concluiría.
Sé que estamos ante el día más esperanzador de la semana –el viernes– que nos convierte, a los ilotas que trabajamos, en unos libertos hasta el próximo lunes, pero causa pavor ese ensimismamiento de los golpistas catalanes, observando cada mañana su ombligo nacionalista; la obsesión de poder que lleva a los otros a poner sus intereses por encima del de los ciudadanos, y la superficialidad de tantos tontos contemporáneos, absortos en asuntos triviales de bragas y braguetas.
Nadie quiere la guerra, por supuesto, pero la irresponsabilidad de quienes se fueron a pedir ayuda a Putin para su secesionismo, y el egoísmo y renuencia a cualquier sacrificio de los europeos, van alentando al tirano aspirante a líder mundial, con lo que el asesinato de rivales se ampliará a todo el planeta. Feliz fin de semana. Pero allí, al fondo, hay una guerra.