Mi bien amado Jaume Santandreu acostumbraba a decir que «cuando te hacen una entrevista periodística es como si jugaras a la lotería: al día siguiente compras el diario para ver si te ha tocado». Pensé en el amigo al leer alguna crónica de la conferencia pronunciada por Francisco Gil White en la biblioteca de Cort, organizada por la Comunidad Judía y no por el Ayuntamiento. Vamos, que un servidor estaba allí, en primera fila y –pese a mi sordera– seguí el acto de pé a pá, escuché, vi y entendí. Y al leerlo en cierta prensa, ni flowers. Qué cosas.
En realidad la distorsión empezó dos días antes, cuando Ultima Hora publicó una excelente entrevista con el antropólogo e historiador mexicano, un tío de nivel, reconocido en todo el mundo, no como lo que tenemos por aquí. Tras sus declaraciones el progrerío comunista y bolivariano decretó la ‘alerta sionista'. Podemos llegó a escribir que los organizadores íbamos a montar «un acto criminal». Busqué la pistola en mis alforjas pero luego recordé que nunca tuve otra arma que no fuese la palabra.
El follón fue de aúpa. Convocatoria de sudaderas y pelambreras en la plaza de Cort. Temor en algunos posibles asistentes que al final disipó el impecable operativo desplegado por la Policía. Y ¿qué ocurrió? Pues que Gil White impartió una soberana lección de historia en la que no habló para nada de Palestina y solo mencionó Gaza en el coloquio, al ser objeto de la típica pregunta antisemita que nunca falta en estos casos. Íbamos a llenar la biblioteca de ‘sangre inocente' y resultó que solo escuchamos una clase magistral. Con la que se puede no estar de acuerdo, por supuesto, pero desde el intercambio de ideas, la erudición y el diálogo, no a berrido pelado.
Gil White entiende que el antisemitismo es la cara bifronte del semitismo, una ideología que nació hace 4.300 años al empuje de un proyecto de civilización e igualdad de matriz judía. Quienes nos odian y se afanan –aún hoy– en exterminarnos lo hacen desde el conocimiento de que el pensamiento judío posee el potencial para cambiar el mundo a mejor, «lo que pasa es que a veces los malvados toman el poder». «No vemos la realidad –dijo–, sino la realidad mediada». Y ahora ocurre más que nunca. Por eso hay que dejar hablar a los que saben. Es lo que trataron de impedir los totalitarios. Fracasaron.