En principio, casi todos tenemos fantasías, algunas perfectamente confesables y otras quizás no tanto. Para ayudar a hacer realidad estas últimas, Palma cuenta desde hace ya algunos años con unas tiendas especializadas en las que uno puede encontrar literalmente de todo: vestidos, uniformes, lencería, calzado, disfraces, complementos, cosmética, juguetes, libros, películas, velas e incluso también a veces comida y dulces. Se trata de los sex shop, claro. Yo creo que, vistos desde fuera, lo que más nos suele llamar la atención de estos comercios, además de sus imaginativos y sugerentes nombres, son sus escaparates, que parecen decirnos: «Si lo poco que ha visto aquí afuera le ha gustado, imagínese lo que podrá encontrar dentro». Por si ese reclamo visual no fuera aún suficiente, en estas jornadas prenavideñas es posible observar en algunas de esas vitrinas a maniquíes ataviados de Papá Noel o de Mamá Noela, por lo que cabe deducir que debe de haber hombres y mujeres que en alguna ocasión han fantaseado con la posibilidad de tener algo de intimidad con esta figura, siempre tan servicial y obsequiosa, aunque a la mayoría de nosotros nos cueste un poco imaginarla con, por ejemplo, grilletes, látigos, collares de cuero o tacones de aguja. También es cierto que muchos palmesanos parecemos, en general, más bien fríos y sosegados, pero tal vez lo que ocurra sea que casi todos llevamos escondido en nuestro interior un volcán inactivo o un géiser calmado, que solo necesitan de un ligero cambio de presión o de temperatura para entrar finalmente en erupción.
Las fantasías
Josep Maria Aguiló | Palma |