Por las calles desfilaban centenares de niños y adultos con disfraces. Algunos eran de brujas, zombis, seres monstruosos... Otro eran disfraces variopintos. Había princesas, animales, superhéroes... Me pareció un disparate. Nunca he entendido Halloween. Si ya tenemos Carnaval, por qué repetir la jugada y transformar el dia de Tots Sants y la tradicional Nit de les Ànimes en una fiesta de disfraces? Eso del truco o trato no se inventó para mí.
Cuando era pequeña, una tía mía me regalaba todos los años un rosario hecho de frutas confitadas, panecillos dulces y pastas de almendra. Era una tradición que se remonta al siglo XVII y que seguía esa idea tan Mediterránea de enseñar a los más jóvenes a recordar a los muertos desde la vida.
La sociedad actual no conoce demasiado qué significa rendir culto a los muertos. Estamos tan imbuidos en superficialidades y prisas que nos negamos el derecho de recordar. Me gusta ir al cementerio cuando el otoño anuncia que es el tiempo de la añoranza y el recuerdo. Los cementerios se convierten en jardines cuando tenemos que decir adiós al esplendor de las flores, porque es la hora de las hojas muertas, del ocre y el oro, del frío que vuelve.
Por Tots Sants, los cementerios de Mallorca se llenan de gente que se niega a abandonar los rituales que nos pertenecen. Yo también volví a la tumba donde reposan mis muertos. Cada uno viaja por la vida con sus muertos en el corazón. Por eso recordamos sus gestos, sus palabras, sus anécdotas. Por eso también sabemos qué nos dirían cuando no sabemos cómo continuar ni qué hacer.
En el cementerio de mi pueblo, las flores inundaban todos los rincones. Cada persona iba a visitar las tumbas de sus familias. Entre las flores, brotaban lágrimas y tristeza. Era el momento de sentirse muy cerca de nuestros muertos. El espacio se hacía acogedor, como si nos diese la bienvenida. Se formaban pequeños grupos de vecinos que se ayudaban a llenar un jarrón de flores o que comentaban viejas historias protagonizadas por quienes ya no están ahí, pero que siguen tan cerca.
Se oían algunas risas porque la vida se abre paso siempre. Eran la celebración de los recuerdos bellos, la reconciliación con la existencia.