España tiene un problema gordo: la resurrección de las dos Españas irreconciliables porque unos y otros viven, ven y piensan en mundos paralelos. Quien cree que Valtònyc debía irse directamente a la cárcel por cantar una canción –diga lo que diga la letra– y quien cree que hacerles preguntas a los ciudadanos antes de tomar una decisión importante es lo más grave que puede ocurrirle a una democracia jamás podrá convivir con naturalidad y armonía con los que piensan lo contrario. Porque no se trata de opiniones o ideologías, sino de formas de ver y entender el mundo. El pobre Pedro Sánchez tiene la peor papeleta que se puede imaginar. A su obvia ambición por mantenerse en el poder, creo que se suma un genuino deseo por bloquear la entrada en el gobierno de quienes apuestan por considerar terrorista a un cantante y golpista a un anodino mandatario regional emocionado con la posibilidad de que su pueblo decida su propio futuro. Y eso, en este país, puede costarte literalmente la vida. La política y la otra. Porque los que ven a ETA en todas partes son fanáticos, incapaces de admitir ningún otro punto de vista. Muchos, aunque aún no hubieran nacido, añaden a sus problemas mentales la nostalgia del franquismo y suspiran por aquel simbolismo rancio de mantilla, bandera, vírgenes y santas incorruptas, al que añadir tal vez toros, caza y partidos de fútbol. La triste España en blanco y negro, tan alejada de Europa y que creo que es, en el fondo, lo que Sánchez intenta evitar. No lo tendrá fácil. Porque los del capote y el tricornio están en todos los ámbitos del poder, sobre todo donde mandan los dineros, la Justicia y los medios de comunicación. No es desde luego el PSOE ejemplo de casi nada, pero en el país de los ciegos…
El problemón
Amaya Michelena | Palma |