Esta semana vamos a asistir al derrape y vuelta de campana del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, una vez se cumpla el pronóstico de su investidura fallida. Los conservadores están acumulando errores de bulto tras las pasadas elecciones generales; empezando por los caóticos pactos con la extrema derecha. Pretender tapar lo que se avecina con una macromanifestación en Madrid no creo que sea la medida más eficaz contra las claras intenciones de Pedro Sánchez para revalidarse en el cargo, que no son otras que dar al independentismo catalán -léase Junts y el prófugo Carles Puigdemont- todo lo que pida; desde la amnistía para todos los implicados en el 1-O de 2017 hasta la convocatoria de un referéndum de autodeterminación para Catalunya. Debe confiar en que llegado el caso lo ganará. Iluso.
La actitud cínica con la que encara Sánchez la que será una segura e inevitable negociación con la constelación de partidos que necesita para quedar unos años (o meses) más al frente del Gobierno es un escándalo, una vergüenza política sin paliativos. Amnistiar, o como se le quiera llamar, a quienes participaron, organizaron y alentaron el intento secesionista de Catalunya supone deslegitimar al Estado español en todas sus decisiones, desde las tomadas por el Gobierno, las Cortes y hasta las sentencias del Tribunal Supremo en todo este asunto. Se mire por donde se mire.
Sonrojan los apoyos que lanzan los socialistas más apesebrados a una estrategia que sólo tiene por objetivo el poder, aunque el precio a pagar sea una aberración política y jurídica en todos los órdenes. Creía que en este apartado encontraría a la cuqui vicepresidenta Yolanda Díaz, pero el virus se ha extendido. No me extraña, ahora, que se pretenda descalificar a Felipe González y Alfonso Guerra, con razón se dice que la ignorancia es muy osada. De lo que no hay duda es que la principal carencia de Pedro Sánchez es su sentido de Estado, lo peligroso es que no lo sabe.
Me pregunto si habrá algún diputado socialista que le preguntará a Sánchez por su súbito cambio de parecer con respecto a los indultos, la amnistía o el independentismo desde los últimos comicios hasta ahora y sus consecuencias. Pueden poner la mano en el fuego, todos callarán.
Normas a medida
la reinterpretación de las normas para adaptarlas a los deseos y voluntades del poder tampoco puede decirse que sea una novedad, pero sí lo es los modos con los que se pone el práctica. El último caso es el de la utilización de las lenguas cooficiales en las diferentes comunidades autónomas en los plenos del Congreso de los Diputados, algo que ya sucede en el Senado. La diferencia es que la Cámara Alta sí es un organismo de representación territorial, circunstancia que no ocurre en la Cámara Baja. Por cierto, el PSOE siempre se había negado, hasta ahora, a aceptar las peticiones de los nacionalistas vascos y catalanes. La primera en caer del caballo ha sido la presidenta Francina Armengol, a la que también le importa un pepino la división de poderes que debe garantizar una democracia cuando se trata de complacer al Gran Pinocho.