Tres meses de vacaciones escolares son una eternidad y probablemente una medida antipedagógica. En otros países europeos, o en las antípodas, por ejemplo, el parón estival de los colegios es de mes y medio, y el resto se va repartiendo a lo largo del curso en semanas de asueto, además de Semana Santa y Navidad. De esta manera los niños descansan y el curso se hace más llevadero, y el verano no se convierte en una interminable travesía de desconexión y vagancia para ellos ni en un insoportable quebradero de cabeza para los progenitores conciliar familia y empleo durante un trimestre.
En este contexto, los campus de verano se han convertido en un lucrativo negocio que esquilma el bolsillo de los padres para colocar a sus hijos mientras tienen que seguir trabajando. Los que pueden destinan ahorros a la lujosa alternativa de espacios con actividades para entretener a los pequeños con tarifas que van de 400 a 1.000 euros al mes. Los que no, recurren a esa extraordinaria cadena de favores tejida desde el altruismo o la ayuda mutua entre amigos e incluso vecinos. Los que tienen adolescentes, rezan para que no la líen en una ausencia obligada.
En esta encrucijada, el mayor apoyo es siempre el de los abuelos, explotados sin sueldo como canguros en nombre del amor incondicional hacia hijos y nietos. En España, según un estudio del Imserso, la mitad de los abuelos cuida de sus nietos casi todos los días y el 45% lo hace casi todas las semanas; las abuelas los atienden 6,2 horas al día y los abuelos 5,3, una jornada de casi 30 horas a la semana. Este tiempo incrementa en las vacaciones de verano, cuando el 60% de las familias ha recurrido alguna vez a los abuelos, según una encuesta de la Fundación Alares.
Los mayores asumen la carga gratis, sumidos en una responsabilidad que contribuye a «mantenerse activos y sanos» (86,4%), pero que también «deteriora» su salud (62%), señala el Barómetro de Mayores de la Unión Democrática de Pensionistas. Cierto reconocimiento parece necesario. Según mi homónima Ángeles Durán, primera catedrática de Sociología de España y Premio Nacional de Sociología, si el trabajo de cuidados fuese remunerado significaría el 53% del PIB español y si los abuelos se declararan en huelga habría que cerrar el país.
En Alemania y Hungría hay ventajas fiscales para los mayores que cuidan de sus nietos y también en Alemania e Italia hay cheques de ayuda para cuidadores familiares de 1.200 euros. Estaría muy bien cualquier compensación, pero más allá de beneficios económicos es imprescindible el agradecimiento social y familiar. Yo, con tres hijos y trabajando, no sé qué habría hecho sin mis padres. A todos los abuelos, gracias.