Que el Gobierno invierta 11,5 millones de euros en promocionar España como destino turístico es una torpeza. Es tirar el dinero público mediante una estrategia muy cuestionable. Vayamos por partes.
Desde luego, Baleares no necesita más visitantes sino un decrecimiento de ellos que ponga límite a la insoportable saturación que sufrimos los residentes, especialmente en verano, cuando no nos queda más opción que convertirnos en emigrantes o en reclusos en nuestra propia vivienda. Que se pretenda dinamizar otros destinos nacionales poco conocidos puede tener un pase, aunque la España vaciada necesita más inversiones en infraestructuras y cuidado de su entorno que venta de verbenas.
Que la vía de promoción sea la de financiar a influencers, muchos alzados a la cima de la popularidad sin más méritos que vender su vida o decir estupideces, es irresponsable. Es premiar la cultura de la caradura y la falta de esfuerzo y conocimiento, famosillos referentes de millones de niños y jóvenes que aspiran al mismo estilo de vida y acrecientan una aberrante distopía paradójicamente deseada y aceptada.
Que la Administración pública pida a restaurantes y hoteles que den de comer y alojen gratis y a cuerpo de rey a los elegidos por la empresa licitada, que sí se llevará un buen pellizco del contrato, es, simplemente, vergonzoso. Y que esto se justifique en la búsqueda de «turistas más rentables», poniendo como ejemplo a beneficiarios agasajados como marajás sin rascarse el bolsillo propio, pero esquilmando la caja que han llenado los impuestos de los ciudadanos, es indecente.
Recordemos, además, que muchos de estos privilegiados a los que pagaremos las vacaciones ingresan millones de euros al año. Se alegará que son los más ventajosos para la campaña porque sus ganancias son directamente proporcionales a su número de seguidores, aunque sus suscriptores jamás viajen a España.
Recordemos, también, que los influencers internacionales no cotizan en nuestro país, pero que incluso los españoles habrán trasladado su domicilio fuera de nuestras fronteras para evadir impuestos. Da igual la insolidaridad hacia sus conciudadanos.
Que los canales elegidos sean TikTok e Instagram es demencial. Porque no podemos alimentar vías que deberían desincentivarse para proteger la salud mental de los humanos. Que alguna entidad acabe premiando al Instituto de Turismo de España, Turespaña, por su magnífica campaña de subvencionar a jetas para morir de éxito ya será bochornoso.