Estoy algo desanimado, porque la propuesta de trabajar cuatro días a la semana, sin que disminuya la nómina, parece sepultada. Más aún: coincidí el martes pasado con el ejecutivo de una multinacional, que estaba en España sondeando el mercado, y me dijo que sus jefes le habían preguntado si lo de los cuatro días a la semana iba en serio. Parece que a sus jefes no les importaba invertir en España, aunque la jornada laboral fuera de cuatro días a la semana, pero que la productividad del trabajador español es la mitad que la de un trabajador irlandés. Estas multinacionales siempre tan quisquillosas. Hace un cuarto de siglo comenzaron a poner pegas con los gastos de las comidas de trabajo, y en algunas multinacionales instaladas aquí las suprimieron, hasta que, al año siguiente, comprobaron, que había bajado la facturación. Y las volvieron a permitir.
A mí me gustó la propuesta de Yolanda Díaz, y creo que ella es la primera interesada en obtener más tiempo libre, porque su fondo de armario requiere mucho esfuerzo y mucho tiempo. A una persona, que casi nunca repite atuendo, no le puedes obligar a que sólo dedique los sábados a la ropa.
Confieso que me había hecho ilusiones. Si el viernes se convierte en jueves, con un poco de habilidad madrugas un poco ese jueves, sin exagerar, y allá a las tres de la tarde puedes emprender el camino a casa, cenar con los amigos esa noche, y acostarte tarde. Te despiertas a la hora que quieras el viernes...¡Y lo que falta hasta el lunes! Otro de los aspectos que me desaniman es que, si se ponen bordes con lo de la productividad, ya verás como aprovechan la reducción de jornada para poner mala cara al par de salidas a tomar el cafecito. Y, no es por ponerme pesimista, pero de ampliar los días de vacaciones de verano no han dicho ni una sola palabra. Ya veremos, pero como empiecen con lo de la productividad, la falta de atractivo para la inversión, y la salida de empresas a Irlanda, igual se ponen las cosas peor que antes.