Yo me preguntaba quién va a trabajar en el futuro, si cada vez hay más gente que no quiere comprometerse a un horario y a una rutina. El martes asistí al Foro de El Económico, y dos pesos pesados de la economía española, José María Álvarez Pallete y José Ignacio Goirigolzarri, me sacaron de dudas. El presidente de Telefónica y el de CaixaBank disertaron sobre el impacto de la tecnología en el mundo industrial y los efectos de la inteligencia artificial en la Humanidad. Entendí que viviremos en un océano de datos, trillones de datos que se procesarán a una velocidad cuántica y que crearán riqueza para todos. En esa jornada se plantearon un sinfín de incógnitas y se abordaron conceptos sorprendentes. Y sí, tal como se proyectan las cosas, entendí que los humanos ya no trabajaremos, las máquinas se ocuparán de eso. Intuí que no comeremos panades por Pascua porque ya no habrá carne de cordero, pero sí un sucedáneo exacto fabricado tal vez con algas recolectadas de una piscifactoría de Costitx dirigida desde Melbourne. Un robot nos servirá en un restaurante un falso caviar que será más sabroso que el Beluga iraní. Máquinas guiadas por la inteligencia artificial crearán los bienes de consumo. Las futuras generaciones están destinadas a no dar ni golpe y, sin embargo, podrán gastar porque crearán riqueza con sus datos, casi sin saberlo. Pero allí donde hay riqueza tiene que existir pobreza. Así que los pobres, los abandonados por el sistema en todo el planeta, ¿cómo vivirán? ¿Y de qué? Pues no habrá pobres, porque una renta básica universal nos igualará a todos. Así se ve el futuro (en clave positiva, claro).
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