La respuesta de Teresa de Lisieux fue la siguiente: porque María nos da participar en lo más precioso que Ella tiene: su fe. Luis María Griñón de Monfort respondió así: Porque no hay ningún lugar donde la criatura se pueda encontrar más cerca y más proporcionada a su debilidad que en María… Mi respuesta es entre muchos motivos que arrancan desde mi infancia: porque en definitiva siempre ella me ha sacado de cualquier apuro. Todos podemos afirmar que hemos conocido a Dios en María. Con Ella uno se hace pequeño, y Dios se revela a los que son pequeños. María nos va educando para que cada día nos parezcamos más a su Hijo, valorando nuestro mundo interior. El drama del hombre, como ya había experimentado San Agustín, es que con mucha frecuencia busca fuera lo que ya posee en sí mismo. Morimos de sed al lado de una fuente y, a través de angustias, fatigas, decepciones y sufrimientos, corremos tras mil cosas exteriores poseyendo en nosotros mismos un reino mayor que el universo… Dios está en nuestro interior. Para redactar este pequeño artículo me he inspirado en el libro de Jacques Philippe, titulado Si conocieras el don de Dios.
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