Cada día nos fríen a encuestas y sondeos, que desde hace meses insisten en que el Gobierno puede perder las elecciones en el último repecho. Repecho situado en el interior del Consejo de Ministros, ya que se trata de sus propios socios, que al igual que las mayorías de legislatura, no deberían existir según esos sondeos. De modo que tras escalar grandes picos montañosos, el Gobierno no perdería por lo que hace, sino por lo que es (sanchismo, dicen), ya que cuando uno se convierte en su propio repecho, no hay nada que hacer. Las vueltas ciclistas, cuya temporada empieza ahora, exigen miles de kilómetros, cimas inexpugnables, bajadas suicidas y numerosos puertos, pero a las grades clásicas de un día les basta un repecho para determinar al ganador. Un repecho que suele valer por una cordillera, ya que a veces subir un montículo es más jodido y meritorio que ascender el mítico Alpe d'Huez. Sobre todo, si el repecho es uno mismo.
Lo que quiero decir es que, sea cual sea la empresa que alguien emprenda (ganar las elecciones, leer la Biblia, divorciarse, salvar al mundo), conviene estar atento a los repechos. El mundo está lleno de tipos que cascaron en un repecho. Para empezar, hay muchos, y como no tienen un nombre célebre como el Tourmalet, no te enteras de la que se te viene encima hasta que muerdes el polvo. Además, no hay gloria ni grandeza en pifiarla en un repecho, a la vista de la meta. Normal sentirse como un pringado. Y sin embargo, las grandes pruebas clásicas de primavera se ganan o pierden en el último repecho. Por eso son clásicas, por el jodido repecho. Que si lo tienes incrustado dentro como el Gobierno, digamos un repecho mental, es ya un obstáculo insalvable.
Lo sé todo acerca de este tipo de repechos, sean intelectuales, políticos o sentimentales, porque me quedo sin resuello a la primera cuestecilla. Por eso, porque la cuestecilla soy yo. Las encuestas aseguran que el Gobierno, tras ascender agónicamente sucesivas cumbres legislativas con gregarios muy hostiles, puede perder las próximas elecciones en un repecho. Ese que discurre de un lado a otro del Consejo de Ministros, y no llega ni a montículo. Pero menudo montículo. Parece el muro de Huy.