Escribo esta columna mientras espero en un aeropuerto a que mi vuelo retrasado, de momento hora y media, salga en algún momento. Debía haber despegado a las 20 horas, en un trayecto de 30 minutos, pero sé que no estaré en mi casa antes de la medianoche. No es nada nuevo; la falta de puntualidad ha empeorado en los últimos meses y los insulares somos secuestrados en terminales sin compasión ni compensación. Mi vuelo de vuelta anterior se retrasó 1 hora y 55 minutos, el tiempo justo para empezar un embarque simulado, insuflarnos cierta esperanza y no tener que gratificarnos, ni siquiera, con un bocata. Pero la ilusión se esfumó tan rápido como llegó. Nos tuvieron de pie en cola ignorada otro largo rato, rozando el límite para que no pudiéramos reclamar el derecho de atención. Una estrategia perfecta.
Los baleares estamos vendidos. Con la quiebra de Spanair y Air Berlin, la fusión de Iberia y Vueling y la absorción de Air Europa por parte de la exaerolínea pública, la conexión con la Península se reduce ahora a cuatro compañías, dos de ellas low cost y tres de la misma propiedad. O sea, un claro oligopolio que nos deja sin opciones y convertirá en quimera la libre competencia y, por consiguiente, la guerra de precios que beneficie al consumidor, especialmente para viajar en fin de semana o festivos, cuando la demanda crece.
Vivir en una isla nos hace vulnerables. No tenemos las mismas opciones de movilidad y libertad que otros ciudadanos: o te comes ocho horas de barco para llegar a dos puntos costeros desde los que seguir el viaje o coges un vuelo y rezas. Ya no te cuento si tienes una conexión.
Así que sólo pensar en cualquier cambio en el descuento de residentes es alarmante para los ciudadanos baleares. Hace un par de semanas se filtró que el Gobierno estudiaba sustituir el 75 % de descuento por una subvención fija a raíz de un informe de la AIRef; aunque inmediatamente se apresuró en desmentirlo y juraba en un comunicado que no lo tocará. No es la primera vez que esto se plantea, así que más bien creo que fue un globo sonda que pincharon al ver las reacciones, especialmente de Coalición Canaria. Desde luego, no es inteligente soltarlo a punto de unas elecciones. Ni suprimirlo ni modificarlo. Quitarnos un derecho adquirido sería lamentable.
Además, como el descuento se aplica a la tarifa base y cada vez hay más servicios que se consideran extras, como el equipaje de mano o la asignación de asiento, además de tasas aeroportuarias, la realidad es que una buena parte del precio final no es susceptible de rebaja. Esto lleva a denuncias de usuarios con reservas en las que la reducción por residente se traduce en céntimos. Ya no digamos el de familia numerosa, con un 5 % sobre la tarifa base, lo que es una burla más que otra cosa.