Me pregunta Vicenç Thomàs así, a bocajarro, qué pienso yo de la institución que él preside, el Parlament balear, y en milésimas de segundo entiendo que es algo que nunca pensé en contestar. Sé lo que ocurre allí por las informaciones del diario. Pero, ¿qué es lo que más me interesa? Sin duda, las broncas entre los políticos que se dan de vez en cuando, porque alguna es sorprendente, curiosa. También las leyes que se discuten y se aprueban. Las hay que son muy importantes, porque nos afectan directamente. En términos generales, habrá un 60 % de la información que publica Ultima Hora que necesito leer para estar informado, y un 40 % que podríamos llamar secundaria, pero que hay que ofrecer para no perder el hilo de la actualidad política. Sin embargo, lo curioso de todo eso es que sea el presidente quien me haga a mí esa pregunta. Porque, ¿qué debe pensar él del Parlament, donde dedica todo su tiempo y actividad laboral?
No creo que la presidenta del Congreso, ni por supuesto el speaker de los Comunes, ni del Senado norteamericano, le pregunte a un periodista que pasa por allí qué piensa de la institución. Existe porque es necesaria, y punto. La nuestra también, pero ¿debería cambiar para conectar mejor con la gente? ¿Se podrían aprobar leyes de manera menos farragosa? ¿Hay demasiados diputados que poca cosa hacen? ¿Hay unos tiempos y unos procedimientos excesivos? ¿Sienten los menorquines y los pitiusos el Parlament como cosa suya? Ah, ¿y saben que existe? Tal vez algo de todo eso estaba detrás de la pregunta que me hizo Vicenç Thomàs cuando la institución cumple ahora 40 años de existencia.