Esta misma semana, la próxima a más tardar, Vox dará a conocer el nombre de su candidato/a a la Alcadía de Palma, puesto al que se postula Fulgencio Coll en contra de la opinión del líder regional de la derecha más radical: Jorge Campos. La cosa no debería tener más trascendencia si no fuera por sus implicaciones post electorales, en especial para el Partido Popular en Cort y en el resto de las principales instituciones de las Islas. Pretender una mayoría absoluta por parte de Jaime Martínez es una auténtica quimera, al igual que Marga Prohens en el Parlament, de modo que las alianzas serán inevitables, pero con unos condicionantes mucho más severos que los que deberá resolver la izquierda, o mejor dicho, Francina Armengol.
La laminación de Ciudadanos, dato que confirman de manera reiterada todas las encuestas, lanza al PP en brazos de Vox para tratar de recuperar áreas de poder institucional en las Islas con dos serios inconvenientes: la repulsión que provoca la formación que preside Santiago Abascal en partidos como el PI a la hora de formalizar acuerdos y, por otra parte, el propio estancamiento electoral de la derecha más extrema dibuja un escenario en el que no es fácil que el PP pueda recuperar todo el terreno perdido. Las sumas por posteriores al 28-M puede que no garanticen las mayorías suficientes para gobernar. El tirón de Alberto Núñez Feijóo, al menos de momento, es insuficiente para dejar sin opciones a la izquierda; y de eso son muy conscientes en el Consolat de la Mar.
La gran clave de los comicios municipales y autonómicos del próximo año en Balears quedan pendientes de dos factores: los resultados de la izquierda en Palma, donde el PSIB juega inexplicablemente con la misma carta de José Hila, y la capacidad de ampliación de la representación de la derecha en Eivissa. Como siempre se dice, las elecciones no se ganan; las pierden quienes gobiernan. Y en esas están Francina Armengol y Marga Prohens a seis meses de los comicios.
Un Sánchez pétreo
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lleva camino de convertirse en una auténtica leyenda a base de un manejo habilidoso de la imagen y la palabrería, terreno en el que siempre le gana la partida a Feijóo. Poco le importa ir como un saltimbanqui de escándalo en escándalo –ya nadie se acuerda del asalto a la valla de Melilla con decenas de muertos–, mientras él, eso sí, tira de talonario y confirma la política de pan para hoy y hambre para mañana o cede parcelas de poder estatal a sus socios con tal de seguir como inquilino en el palacio de La Moncloa. Sánchez se ha impermeabilizado frente a las críticas, la supervivencia –a cualquier precio– es ya su única guía de estrategia política. No parece que le vaya mal.