Almeida mostró la misma puntería que la del equipo de sus amores, el Atlético de Madrid o quizás fue adrede y su intención era meterle un balonazo en toda la jeta a aquel fotógrafo tocapelotas que cubría la inauguración de unas instalaciones deportivas en Vallecas. Almeida no chuta con el empeine derecho. Sin embargo el alcalde es reincidente y ya se andarán con cuidado a la próxima que inaugure lo que sea: voy a chutar, muchachos. Oído, alcalde, quedarán muy bien en las fotos su espalda y su trasero. Además no se le ve la cara. Déle fuerte. Y esto de chutar me conduce a Piqué y lo sorprendido que me he quedado no con que se haya retirado del fútbol a mitad de temporada sino con el despliegue informativo que abrió el telediario de la primera cadena. No niego que la vida deportiva de Piqué haya tenido su miga: campeón de todo. Y que su vida amorosa con Shakira y posterior separación haya creado un morbo insoslayable. No obstante no alcanzo a comprender el porqué de tanta reverencia a alguien que se limitaba a darle pataditas a un balón con más o menos acierto. Efectivamente, no estoy diciendo toda la verdad y puede que hable desde los celos porque yo, como Piqué, en algo nos parecemos: de pequeños ambos quisimos no jugar al fútbol sino ser futbolistas del Barça. Yo fracasé en mi reto sin ni siquiera haber empezado ya que no era más que una ensoñación de un chico que entendió que con darle patadas al balón no llegaría lejos aunque tampoco haciendo lo que fuera con la cabeza. Piqué ha usado sus pies y en el futuro, tal y como él ha dejado entrever en un vídeo, su cabeza le llevará a la presidencia del Barça.
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