Por nuestra Isla han pasado pintores de todos los estilos. En Cala Sant Vicenç vivió unos meses de 1914 quien, años después, sería el famoso muralista revolucionario mexicano Diego Rivera. Pintó entonces una Mallorca cubista. Cuando Hitler declaró que los artistas de las vanguardias eran unos degenerados, algunos de ellos se exiliaron en Mallorca y nos pintaron una isla también cubista o expresionista o simbolista o fauvista o incluso metafísica; pero hay un artista de estilo inconfundible que esencializó al máximo el paisaje mallorquín convirtiéndolo casi alquímicamente en filosofía pura, ese fue Gunnar Norrman (1912-2005), que estuvo en la Isla en 1953. Gunnar nació en Malmö (Suecia), como pintor se formó a sí mismo, solo estudió la técnica del grabado tres meses en 1941, del año siguiente es su primera exposición. Era también un exquisito pianista y de hecho alguno de sus críticos ha escrito que los dibujos de Gunnar expresan con el lápiz el ritmo y la belleza de las composiciones de Schumann y Brahms.
Sus temas se disuelven en el horizonte y en esa disolución sorprendentemente van ganando fuerza. Era un pintor muy lento, las formas de la naturaleza o de la arquitectura popular iban aflorando en el papel con un detallismo latente que solo se percibe pero que es producto de una minuciosa laboriosidad. Sus dibujos pueden verse en el British Museum, en el Metropolitan de Nueva York y sobre todo en la Galería Pucker de Boston donde expuso muchas veces. Es considerado uno de los mejores grafistas escandinavos. Su obra mallorquina, como la de tantos que nos visitaron, está por localizar, recopilar, inventariar y estudiar.
Son dos los grandes pintores neorrealistas que pintaron Mallorca y que nos dejaron en sus óleos una Isla completamente distinta a la de los paisajistas tradicionales (Joaquín Mir, Anglada Camarasa, Tito Cittadini, etc.), uno de ellos fue Paul Cadmus (1904-1999) a cuya estancia ya dedicamos un articulo en este periódico y el otro gran pintor del realismo mágico que puso su caballete en Mallorca fue el amsterdanés Wim Schuhmacher (1894-1986). Visitó la Isla varias veces en los años treinta, justo después de que Hitler subiera al poder y antes de que comenzara la Guerra Civil. No vino, como tantos otros alemanes y centroeuropeos que acabaron en Cala Rajada, por motivos políticos, porque su país, Holanda, no estaba todavía ocupado por los nazis, si bien Schuhmacher era antifascista y una vez terminada la II Guerra Mundial no quiso exponer con pintores de su mismo movimiento que habían coqueteado con el totalitarismo.
De su paso por Mallorca han sobrevivido por lo menos una docena de cuadros: el dibujo de un pescador, tres vistas de la ciudad desde el muelle de pescadores y un cuadro muy bonito de la Lonja que seguro le gustará mucho a mi maestro y amigo Climent Picornell. De su periplo por España destacan un óleo de Toledo y otro, impresionante y aéreo, de Teruel.