En la Ciencia Política resulta común clasificar las etapas democráticas que siguieron a las revoluciones liberales como etapa de la política de cuadros o de notables (cuatro ricos podía votar y ser votados), de política de masas (partidos y sindicatos movilizaban a la sociedad) y la etapa actual, la de la política mediática, en la que las elecciones se deciden en gran medida según lo que líderes atractivos inspiran al votante a través de los medios de comunicación de masas. Y ya ven lo que es la comunicación de masas: calumnia y falsedad, desprestigio y acoso. No es solo la porquería más o menos puntual del policía Villarejo, es que el presentador de Atresmedia Antonio Ferreras vomitaba a diario todo el odio, desprecio y sospecha sobre Podemos y la izquierda alternativa de que era capaz.
Es lo que pasa cuando ves la vida desde el palco del Real Madrid, al lado de Florentino Pérez. No quiero imaginar qué habrían dicho esos medios si Pablo Iglesias saliera de yate con narcotraficantes, como acostumbraba hacer el posible próximo presidente del Gobierno. Resulta inquietante la notable cercanía de esas formas de actuar con las artes de la célebre Red Gladio, un entramado secreto de servicios de espionaje, políticos, militares y empresarios que se encargó durante décadas de que en Europa ningún partido situado a la izquierda de la socialdemocracia más tibia alcanzara democráticamente el poder, y ello fuera como fuera. En Italia, por ejemplo, sus atentados de falsa bandera causaron decenas de muertos, y en Suecia fue asesinado el primer ministro Olof Palme por ser demasiado rojo.
Inquieta también el silencio de casi todos los demás partidos, más o menos beneficiados. Vale todo. Ya no se trata de convencer, tan sólo de vencer. Compárese la investigación prospectiva de la judicatura contra la izquierda con el indulto general a la corrupción de la derecha. Cuando se junta la cloaca mediática con el lawfare partidista solo cabe concluir que tenemos una justicia bastante hedionda, un periodismo de alcantarilla y una democracia de mierda. Una última observación: la derecha y la extrema derecha tienen radios, periódicos y televisiones. Cabe preguntarse si hay algún medio realmente de izquierdas o si tenemos una democracia, además de mediática-mierdosa, coja de la pata izquierda.