Si este no es un país folclórico que venga Dios y lo vea. Dicen que si caminas como los asnos, emites rebuznos banderita en mano y eres tozudo como un asno, es muy probable que seas un asno. En este país los hay en abundancia, Franco reunía a miles en la plaza de Oriente cuando voceaba sus discursos patrióticos, debemos tener una herencia del tiempo feudal y rendimos pleitesía porque está en nuestro españolísimo ADN. Nos vendría bien una transfusión de sangre. Por otra parte, nos gustan los sinvergüenzas, se salen de la monotonía y esto siempre es excitante para el común de los mortales.
Piensen en el trabajador que está diez horas metido en una sucursal bancaria viendo pasar dinero de los demás entre sus dedos, bajo la fúnebre luz de los fluorescentes, y sabe de alguien que se mete millones en el bolsillo porque es gánster, es tahúr o es un rey. En el fondo de su instinto desearía ser por momentos un Al Capone o cualquier otro sinvergüenza. Los caraduras caen bien porque hacen lo que los demás no se atreven, tienen el atractivo de lo prohibido. Para rematar este país de pandereta están los medios que informan de los aplausos y silencian los abucheos. Recientemente en una real visita del ‘campechano', no se escuchó a nadie gritar: «¡Ladrón¡», pero si gritar micrófono en mano: «¿Cómo se encuentra, majestad?» Y muchas banderas españolas para distinguir a unos de otros, como si hiciera falta.
También hubo alguien que pregunto: «¿Piensa dar explicaciones?» –a lo que el real contestó borbónicamente– «¿Explicaciones de qué?» A los políticos españoles les va bien la monarquía, llevan cuarenta años en ella, ninguno se ha planteado lo contrario y los que podrían nunca llegan al poder. El emérito, que no es de la Facultad de Medicina sino de jubilado retirado, ha vuelto para reírse a la cara del pueblo al que estafó y de paso ir a unas regatas en Sanxenxo. Su majestad no pide perdón ni a su mujer. La Justicia española y el sobreseimiento medieval de su proceso, le permite ir y venir sin problemas. No como al mallorquín Valtònyc que la Justicia europea rechaza extraditar al no encontrar delito y España sigue reclamando porque cantó que el Borbón era un ladrón.