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Casi eterno

| Palma |

Sucedió en un avión. Me han sucedido muchas cosas curiosas mientras volaba. Creo que podría escribir un libro de microrrelatos sobre aeropuertos y aviones. Pasan millones de personas por un aeropuerto. Sus vidas se cruzan quizás por única vez en un mismo espacio. Se suceden los rostros, los encuentros, las palabras. Todo es efímero e intenso a la vez. Todo puede pasar en un minuto, o en el tiempo que dura un trayecto de avión hacia cualquier destino. Me parece increíble. Puede ser mágico, a veces también puede ser absurdo.

El otro día viví una escena inusual en un vuelo de Barcelona a Palma. El viaje había sido bastante tranquilo, sin nada excepcional. Me lo pasé medio ensimismada en mis pensamientos, medio dormitando en la butaca. Aterrizamos y llegó el momento de desembarcar. Los protocolos actuales nos invitan a descender del avión por filas. Las cinco primeras van hacia el finger, despejan el avión, y así sucesivamente.

De repente, una chica medianamente joven, con el pelo largo, los pantalones muy ceñidos y un generoso escote, que ocupaba el asiento veintitantos, intentó colarse y pasar antes que nadie. Se lo impidió una señora medianamente mayor, cabello gris cortito, falda larga y abalorios varios. La señora increpó a la chica su falta de educación. La otra la llamó vieja gorda. La señora le dijo que era una ordinaria exhibicionista. La joven le gritó que estaba mal follada. La señora le replicó que era una mujer objeto, culpable del maltrato de las mujeres en el mundo. La otra la llamó bruja. Ambas se desearon toda suerte de desgracias. Chillaban sin manías. Casi se agarraron de los pelos (la melena larga y los cabellos grises estaban húmedos de sudor). Intentaron pegarse pero unos cuantos voluntarios las sujetaron. Por megafonía se oyó la voz de una azafata intentando poner orden. Los demás pasajeros estábamos sorprendidos, avergonzados, incrédulos. Nos parecían imposibles los improperios, las palabras soeces, la rabia. Aquello se hizo casi eterno.

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