Todo previsible: las instituciones y el Gobierno modifican sus perspectivas macroeconómicas. La situación de incertidumbre y de cambios abruptos en la economía mundial impone esos movimientos. El FMI ha comunicado nuevos escenarios, en los que destaca la todavía alta fortaleza –a pesar de la situación– de la economía española, la que se prevé que más va a crecer en el conjunto de las economías más avanzadas. Esta visión se ha puesto, negro sobre blanco, en el último informe del FMI, y en boca de sus principales dirigentes. El replanteamiento del gobierno se alinea, incluso con décimas inferiores, a lo publicado por el FMI y el Banco de España, entre otras entidades.
El nuevo escenario expuesto por la vicepresidenta Nadia Calviño: crecimiento del PIB del 4,3 % (4,4 % según el FMI; 4,5 % para el Banco de España). Es una previsión mucho más cautelosa que, en función de las evoluciones que se conozcan, deberá recalcularse. Igual que van a hacer todos los gobiernos y entidades. Nada de particular: no puede ser esto –no debería serlo– una munición objetiva para desgastar al Ejecutivo.
El crecimiento del 0,3 % –dato del INE– en el último trimestre considerado, inferior a previsiones anteriores, ha incitado a muchos voceros conservadores a advertir de la falacia de la economía española, ignorando las enormes sacudidas que está generando la guerra de Ucrania, la huelga de los transportistas, los efectos del Omicron y los cuellos de botella en los abastecimientos de mercancías. No se comenta que, para idéntico período, la Eurozona ha crecido el 0,2 % –según Eurostat– es decir, por debajo del guarismo español: el problema es, pues, general.
Todo incide en una tensión inflacionista que se ha revelado, en el último mes, algo menor de lo anunciado: en España, del 9,8 % a poco más del 8 %, gracias a las medidas que se han ido tomando. La tesis del gobierno –en línea parecida al FMI y al Banco de España– es que, a pesar de esa voluptuosidad de los precios, éstos cerrarán el año con una tasa que rondará el 6 %, tras una desaceleración prevista de la inflación en el segundo semestre del ejercicio.
Las fortalezas de la economía española residen en tres pilares básicos. Uno: las entradas turísticas, con indicadores de clara recuperación. Dos: la evolución de las inversiones y sus efectos de multiplicadores fiscales. De hecho, España ya ha solicitado a Bruselas el segundo desembolso NGEU, por valor de 12 mil millones de euros, siendo el primer país que lo hace. Una noticia positiva. Los problemas: el retraimiento del consumo –la inflación incide en esto–, que está generando una enorme bolsa de ahorro embalsado con incrementos notables de los pasivos bancarios (30 mil millones en 2021, sumados a los 60 mil millones de 2020, y creciendo, según Funcas).
Se aletargan decisiones de consumo e inversión: una masa de dinero que va a actuar como colchón para futuras iniciativas, tanto para empresas como para particulares, cuando las noticias puedan ser más tranquilizadoras. Y el tercer pilar: el mercado de trabajo, con un positivo comportamiento del empleo; los ERTE y préstamos ICO, responsables. Controlemos, pues, la visceralidad informativa.