Joan Pons ha publicado recientemente La malaltia del cor, una novela en torno al castillo de Montjuïc escrita con verdadera maestría, impresionante por estar bien pensada, bien trabajada, bien corregida y constituir una pieza compacta, una obra de arte en la que no sobra nada, sin concesiones a lo fácil. Es una novela oscura, pero es un acierto pleno dentro de lo oscuro. Se nota en seguida que Joan Pons es un escritor de los de verdad, sin artificio. No es de los que durante años se documentan sobre un episodio histórico y lo escriben también durante años y lo pulen luego durante años y llegan a escribir una obra perfectamente digna.
La obra de Joan Pons es digna donde las haya, pero es también algo más, es auténtica. Se trata de un escritor auténtico, no de un erudito metido a escritor, con una imaginación poderosa, con gran dominio de la lengua, con una vocación palpable, con verdadero amor al oficio. No le hace falta recurrir a técnicas literarias para demostrar que sabe escribir, no le hace falta construir una novela para el público porque la puede escribir para el arte de escribir, ni siquiera le hace falta dar la mano al lector, porque el hecho de ser buen lector se le supone y porque el texto emborracha de imágenes al que lee, seduce con palabras, estremece con vigor, con visiones espeluznantes, sin concesiones. Para esta novela y para Joan Pons cabe decir lo del Mío Cid: «Qué buen vasallo, si tuviera buen señor» (Qué buen escritor si tuviera buen lector).
La historieta o argumento es lo de menos. Un castillo –también Kafka escribió en torno a un castillo-, imágenes oníricas, vampirismo, sangre, sexo, prosa poética, acción, sencillez descarnada y un muchacho que huye de Menorca, de la persecución y la miseria para caer en las brasas de un capitán alucinado, como en un sueño alucinante. También Joan Perucho escribió sobre vampiros. También Patrick Süskind escribió en El perfume una novela expresionista y enfrentó al protagonista con el patíbulo. Como todos ellos Joan Pons da en La malaltia del cor prueba de una definitiva madurez literaria.