Hace dos años la locura consumista convirtió el papel higiénico en un producto de lujo, hoy, la guerra en Ucrania, junto al paro de los transportistas, ha vaciado las estanterías de los supermercados de aceite de girasol, además de buena parte de alimentos no perecederos y con ello lo único que se ha conseguido es terminar con los stocks y triplicar el precio.
No digo que no haya quien se ha aprovechado de la situación para obtener beneficios, pero la culpa es nuestra, de los consumidores, por lanzarnos en masa a comprar algo que apenas utilizamos, mientras que los que lo necesitan se han visto obligados a pagarlo a precio de oro.
Y aquí estamos, asistiendo atónitos a subidas nunca vistas, a incrementos imposibles de asumir en gran parte de los casos, a unos costes de la energía que convierten la factura de la luz y el gas en algo prohibitivo, porque en apenas un año se ha triplicado el precio y cada vez son más las familias que no pueden hacerle frente, pero ahí está el Gobierno mirando hacia otro lado y nosotros acaparando como locos.