España vacía no es lo mismo que España vaciada. La España vacía ha existido siempre y según el vocabulario tan amplio como estricto se refiere a aquellas zonas del territorio despoblado o desierto, o sea, que a pesar de su carácter histórico se define como lugar demográficamente nulo. La España vaciada responde, en cambio, a la idea de dejar vacías toda una serie de localidades que antes se mantenían pobladas. Ello se debe a que la gente de esas zonas no halla trabajo ni porvenir a corto o medio plazo y ha de emigrar a las zonas urbanas, ya que éstas, presentan una dinámica más o menos prometedora. La historia nos lo confirma como en el caso de aquellas ciudades de la antigüedad, pongamos por ejemplo Palmira, Itálica o Medina Azzara que nos han dejado la huella de su dramático abandono. El profesor Cubillas, titular de Geografía Humana en la Universidad de Salamanca nos explicaba, hace no menos de 30 años, que los contrastes inducidos por las desiguales cuotas de vida productiva a que se han visto sometidos las áreas urbanas y el mundo rural, resultaba obvio que tales diferencias se acusasen igualmente en la distribución de los servicios y las infraestructuras. Recuerdo que en aquellos años ochenta un autor de historietas gráficas publicó en viñetas más que elocuentes unos guiones sobre la vida o no vida de un pueblo meseteño llamado Soledad, cuyos moradores, gente de tercera edad, veía marchar a cada rato sus hijos y sus nietos. Seguía diciendo el mencionado profesor que dentro del poblamiento rural, la emigración, en determinadas áreas marginales de montaña, había producido una auténtica desertización demográfica. A estos aspectos se unían las disparidades comarcales del poblamiento que se manifestaba, en muchos lugares, en crisis; los contrastes espaciales de densidad y la persistencia de desequilibrios intrarregionales, además de otros factores que conducían a la fuga de personas y capitales hacia el exterior y la periferia. Una de las imágenes que llevaban, por ejemplo, a mayor tristeza eran todas aquellas estaciones ferroviarias de pueblos en regresión demográfica que aparecían abandonadas, vías oxidadas por las que ya no circulaba ningún tren. Y había un lamento: Un territorio, por tanto, donde convergían espacios rurales de una baja densidad de población se contaban entre las más deprimidas de Europa. Y uno se pregunta por qué se habla ahora tanto de la España vaciada y cómo se pretende desde las instituciones enderezar el entuerto.
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