La polarización política que padecemos, que frena el progreso, imposibilita la cohesión y enturbia la convivencia, no se basa en el enfrentamiento de dos ideologías que defienden dos proyectos distintos para España dentro de la Constitución. No. Se produce porque en uno de ellos, el que ahora gobierna junto con las fuerzas que le dan apoyo, confluyen tres objetivos distintos: a) destruir el régimen del 78 y establecer un régimen neocomunista; b) la destrucción del Estado para disgregarlo en varios; y c) mantenerse en el poder aun a costa de ser rehén de sus socios radicales. Los primeros trazan la política del Gobierno, los segundos chantajean y cobran su factura y el tercero paga y miente.
El World Justice Project utiliza cuatro principios universales por los que mide la calidad del Estado de derecho: rendición de cuentas, leyes justas, Gobierno abierto y mecanismos accesibles e imparciales para resolver desacuerdos. Pues bien, todos ellos están en cuestión en nuestro país. El Gobierno de Sánchez bate todos los récords de opacidad, ha disparado los casos en los que incumple las resoluciones del Consejo de Transparencia. Burla el control de su gestión cerrando el Parlamento ilegalmente con motivo de la pandemia, gobierna por decretos y no exige el cumplimiento de la ley en determinados territorios. Esta tolerancia ante la insumisión sistemática contra las normas erosiona el Estado de derecho y hace desiguales a los ciudadanos ante la ley.
A modo de caballo de Troya, el Gobierno ha continuado el despiece del Estado transfiriendo al gobierno vasco las competencias que evitarán el cumplimiento de las penas a los asesinos de ETA, y ha desactivado el Tribunal de Cuentas al conocer que la Generalidad iba a avalar a los golpistas acusados de malversación por la llamada «acción exterior» del 1-O.
Para Sánchez, que ha asaltado la Justicia, los tribunales son instrumentos del único poder que considera legítimo, que es el ejecutivo, o sea, él, sobre el que tienen que orbitar el resto de los poderes e instituciones, que patrimonializa y coloniza como satélites a su servicio.
En esta España alicaída solo nos queda la esperanza del horizonte de 2024, si es que esto no ha explotado para entonces.