Ya no suena su risa, ni su llanto, ni su voz suave y susurrante. Se apagó Verónica, la simpática Forqué. Se ha ido sin saber que probablemente su marcha ayude a otros que no ven luz avivando el necesario impulso para luchar contra el suicidio. Porque su muerte podría haberse evitado, como la de las 3.941 personas que el año pasado se quitaron la vida en España, según el Instituto Nacional de Estadística, la cifra más alta registrada en su historia desde que se compilan estos datos, a partir de 1906. Hablamos de 11 muertes al día, el doble que las producidas en accidentes de tráfico; unos 2,5 fallecimientos por hora.
El suicidio es un tema tabú, pero es que la depresión que lo esconde también lo es. Así que resulta fundamental hablar de la salud mental, por fin introducida en la agenda política después de que Errejón reclamará en el Congreso más atención sanitaria. La burla de un diputado popular evidenció entonces la falta de concienciación sobre un problema creciente, que estigmatiza y que aísla a los enfermos. Porque nadie quiere admitir, y menos confesar, su hundimiento emocional. No hay popularidad positiva para el que tiene problemas mentales.
La depresión requiere tratamiento, pero la sanidad pública no le da la atención necesaria, algo que pretende mejorar la Ley General de Salud Mental presentada por Podemos en el Parlamento. Y es que urgen más especialistas para tratar las múltiples manifestaciones de un desequilibrio emocional, porque en España tenemos cinco psicólogos por cada 100.000 habitantes de media, una cifra que asciende a 20 en Europa. Y las listas de espera son inasumibles. Y el tiempo en muchos casos es crucial.
La asistencia pública especializada y rápida es imprescindible, porque, además, la realidad demuestra que la desestabilización mental es un impulso hacia el suicidio. En 2020, el Teléfono de la Esperanza atendió 160.646 llamadas, de las que 4.935 tenían relación directa con el suicidio (un 55 % más que en 2019). En 205 de ellas, el llamante declaró que el acto suicida estaba en curso (un 38 % más). Entidades privadas asumen hasta ahora la deficiente ayuda pública, pero no son suficientes.
La presión social en una época en la que se impone la tiranía de la felicidad permanente, o aparentarla, resulta insoportable para muchos, incluso para aquellos que supuestamente suscitan admiración por su fama. Las redes sociales son caldo de cultivo para el ataque, para la humillación y el maltrato cobarde y anónimo, claro agravante para los que se sienten psicológicamente mal. Ahora ha sido Verónica, con 66 años, pero nadie está a salvo de la enfermedad mental. De hecho, a nivel mundial el suicidio es la segunda causa de defunción entre 15 y 29 años y es aterrador el aumento entre niños. Y no queremos ni una vida menos.