Naturalmente, no es cierto que todas las familias felices se parezcan, como afirmó Tolstói al inicio de Ana Karenina. De ahí precisamente el gran éxito de la frase; no es verdad ni de lejos, porque la felicidad es harto complicada, muy versátil, y difícilmente se hallarán dos iguales. Tiene demasiadas piezas, ruedecillas y engranajes diminutos, además de caprichos y arbitrariedades impredecibles. He estudiado mucho las maneras de ser feliz, hasta que quedé tan escarmen- tado que ya no quiero saber nada del asunto. He visto felices a auténticos desgraciados. Y qué ocurre si, como es frecuente, hay quien sólo se siente feliz cuando es desdichado, y más feliz todavía si esa desdicha se hace general en forma de calamidades. Pues que esos retorcidos sujetos, en su humana búsque- da de la felicidad, huyen de ella como alma que lleva el diablo, y hasta que no logran ser víctimas, preferiblemente notorias (ah, el supremo goce del victimismo), no descansan.
Lo pasan fatal, es decir, divinamente. Sólo se relajan profetizando a diario nuevas desgracias futuras, como un independentista catalán o un dirigente del PP, porque como lo propio de todas las criaturas que están razonablemente bien es desear estar mejor todavía, la garantía de desastres futuros es su mayor esperanza de conseguirlo. De ser más felices ahora. Quede claro que no hablo solo de políticos, porque gentes que sólo están contentas pronosticando grandes males son el pan nuestro de cada día, y desde el neolítico.
Escritores, filósofos, artistas, cineastas, curas… El futuro siempre es un infierno para muchos y lo más raro es la satisfacción que eso les produce. No se quejan para mamar (otra mentira célebre), sino porque les hace muy felices. Hay muchas manera de ser felices, algunas asombrosas y todas con sus pros y sus contras, pero esta de encontrar felicidad en la desdicha es la más estúpida. De ahí que sea tan abundante. Citemos a Borges, ya que citamos a Tolstói, para quien su mayor error fue no haber sido feliz. Bueno, yo tampoco. Pero he estudiado el tema con interés antropológico, y creo saber por qué. Por la cantidad de gente que sólo es feliz si es desdichada. Y no escarmientan.