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Cosas del deporte

| Palma |

Ignoro que deporte era el que con más entusiasmo practicaba Pierre de Coubertin pero cualquiera que fuese se le hubiera empequeñecido como objetivo a la vista de los sucesos de los últimos días. El forzado divorcio entre Messi y el Barça ha determinado que los Juegos Olímpicos perdieran interés hasta el punto de quedar como una competición entre clubs de barriada. Y es que cultivar un deporte exige cierto grado de pasión, tanto a quien lo practica como a aquel que se limita a contemplarlo como espectáculo, y obviamente esa pasión genera consideraciones y puntos de vista muchas veces alejados.

Olvidémonos de las Olimpiadas, en las que veo aflorar poca pasión y del gran futbolista argentino que, fuera del Barça, pertenece ya, cuando menos para mí, al reino de la nostalgia, siempre atractivo pero huérfano de pasión. Y en lugar de ello fijémonos en esas distintas posturas que ante el deporte han mantenido destacados talentos humanos. Veamos que dice George Orwell: «Practicado con seriedad, el deporte no tiene nada que ver con el juego limpio; rebosa de envidia, bestialidad, desprecio, por las reglas...» Se comprenderá que haya puesto fin a la cita, más que nada por no jorobar al difunto Coubertin. Otro que tampoco experimentaba emoción alguna por el deporte era Bernard Shaw: «El único deporte que he practicado es la caminata, siguiendo el cortejo fúnebre de mis amigos deportistas». Bueno, y por no acabar con opiniones no precisamente favorables al deporte, me acogeré a la de un experto en la cuestión, Jean Giradoux, quien veía en el deporte algo así como la traslación al cuerpo de «las virtudes más vigorosas del alma». Caramba, un apasionado juicio, muy cursi pero apasionado.

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