Hay personas tan ‘pegadas' a su profesión que resulta prácticamente imposible imaginarlas al margen de ella. Javier Melero es abogado y aún sin conocerlo me atrevo a aventurar que ande tomando copas, en el gimnasio, alumbrando sus artículos de prensa, e incluso trabajando en sus obras de ficción-no ficción, un observador sagaz intuiría en él al letrado que conoce siempre el terreno que pisa, algo imprescindible en su oficio. Es abogado y no puede, o no quiere, remediarlo. Dicho sea todo ello como un mero intento de encajar al personaje, sin que en ningún caso suponga alguna otra cosa. Aunque no suele ser partidario de referirse a la edad que tiene, doy por hecho que nació en 1958, en Barcelona, y de una familia originaria del Matarranya, Teruel. En los años 70 era botones en Banca Catalana cuando se le apareció Jordi Pujol, alguien llamado a influir decisivamente en su vida, en lo mejor y quizás también en lo peor. Y es que de personas como Pujol se ha de coger el lote entero, no vale lo de servirse sólo el material útil, también está incluída la ganga. Testimonio literario de su relación con el que fuera president de la Generalitat lo constituye su novela recientemente publicada, Cambalache, discurrir de un abogado en la España de Pujol, durante aquella década de los 70 en la que recordando a Vázquez Montalbán bien podríamos decir que contra Franco se vivía mejor, todo era más sencillo, más accesible, hasta desear que palmara y así fue. Pero si Javier Melero es ahora alguien muy conocido todo empieza en el momento que se hizo toga y habitó entre nosotros. Defensor en el juicio del ‘procés' –de Meritxell Borrás, que resultó absuelta del cargo de desviar recursos, y de Quim Forn, condenado por sedición– su diagnóstico sobre el mismo es de loa más explícito: «juicio justo, sentencia injusta». Supongo que ese es un sapo que el profesional de la abogacía debe habituarse a tragar de tanto en tanto. Por lo demás, relaciono a Melero con lo dicho por Balzac: «La gloire d´un bon avocat consiste à gagner de mauvais procés». Claro que estoy seguro que esto él ya lo sabe.
Javier Melero: De toga y de calle
Sobral | Palma |