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El Rey, la abdicación y la Regencia

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Se ha desatado la tormenta. La abdicación del Rey era cuestión comentada en los últimos tiempos, cierto es. Sin embargo hasta ahora sólo se producía en los ámbitos de los sospechosos habituales y rara, muy rara vez superaba tan estrechos márgenes. Desde que el desastre de imagen, comunicación y propaganda de Zarzuela, La Moncloa y de todo el aparato del Estado, puesto en orden cerrado a defender los intereses privados de una señora apellidada Borbón, se ha puesto en evidencia pública, no cesan de surgir, más coincidiendo con la citación judicial a la famosa sospechosa de haber delinquido, otras voces que también piden  el abandono del chollo por parte de Borbón padre. En el muy cortesano diario El País, en ordenadores moderados como José Antonio Zarzalejos –ex director del muy monárquico ABC-, en el derechismo enraizado en el sistema como el que representa Jesús Cacho… se avoca porque dimita Borbón de Jefe del Estado. Se hace correr incluso una fecha, entre periodistas de Madrid supuestamente bien informados de lo que ocurre por las siderales alturas del Estado. El octogésimo cumpleaños de Borbón, en 2018. Es cuando la Corte cree que la depauperación económica se habrá encarrilado a mejor y la cuestión catalana estará solucionada, de una forma u otra. Dada la proverbial capacidad de yerro que tiene la clase extractiva de este país –de hecho, no es pifia: es simple y absoluto desinterés de todo lo que concierna al resto de mortales- bien podría ser que a la sazón estuviéramos igual o peor que ahora, tanto por lo que respecta a la depresión como a la separación inexorable –antes o, más bien, después- del Principado. Da igual. Lo que importa es que va tomando cuerpo la idea de que Borbón padre debe dejarlo. No por otra cosa que por intentar mantener el chollo de todos ellos. Que de eso y no de otra cosa –no seamos ingenuos- se trata, se ha tratado y se tratará. Por eso buscan alternativa a la degradación actual sin que nadie de ellos salga perjudicado. Ya se sabe: que todo cambie para que todo siga igual. Lampedusiasmo, le llaman. Mero cinismo es. Lo que funciona, en todo caso. La abdicación tiene sus problemas. Sobre todo: que el ex rey perdería así el blindaje legal que impide que sea investigado y/o encausado judicialmente por parte de cualquier juez de otro país –y de aquí también, claro, pero ninguno de los nuestros se atrevería aunque pudiera: si han montado la de Dios es Cristo por la hija, ya me dirán qué no harían por el padre-. Sin embargo una Regencia, esto es: reinar en nombre del padre el hijo, sí podría ser factible a corto plazo. Así Juan Carlos no sería ex, estaría blindado legalmente y el hijo podría intentar parecer que fuera una bocanada de aire fresco en una casa, la Casa, que tiene las puertas, ventanas y postigos cerrados desde hace demasiadas décadas.

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