Jaume Font, presidente de la Lliga Regionalista, y Josep Melià, ídem de Convergència per les Illes, presentaron al unísono la voluntad de confluencia de las dos formaciones. Ergo, convertirse en una sola. Seis meses de plazo se han dado. Como si fueran seis días o un año. Es que es la unión o la nada. Así que, como suele decirse, a la fuerza ahorcan. No va a tenerlo fácil esta futura formación. El mínimo del 5% de votos que se necesita para obtener representación –que en Mallorca equivale a una cifra entre los 17.000 y 18.000 sufragios, aproximadamente- puede parecer poco pero es mucho. No se puede suponer una suma aritmética de los votos obtenidos por separado por ambos partidos, sino, más bien, una reducción segura debido al rechazo mutuo que entre electores de cada bando siempre se produce en operaciones de este tipo. Por ejemplo: el Bloc de 2007 (PSM, EU, Verds y ERC) supuso casi un 30% menos de votos que la suma de lo que obtuvo por separado cuatro años antes cada uno. Con esa reducción en 2015 el futuro partido se quedaría –como ahora Lliga y Convergència- fuera del Parlamento autonómico. Con todo y con esto, el futuro centro regionalista –que todo indica que será más esto y no tanto, o casi nada, nacionalista- podría ser un dolor de cabeza para el PP. No porque vaya a quitarle, por sí mismo, la mayoría absoluta. Pero sin duda su mera existencia es un potencial flanco de erosión para un partido conservador que liderado por José Ramón Bauzá se ha convertido en el más derechista de su historia
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