La enésima crisis de Vox en Balears lleva el nombre de Idoia Ribas, que ayer anunció que causaba baja en la formación de Abascal. Eso si, cesa su militancia pero seguirá en el grupo parlamentario después de advertir que «no soy un sac0 de boxeo». El anuncio de la antigua política del PP apenas ha generado sorpresa. Encabezó una de las primeras rebeliones contra la dirección de Madrid y eso provocó que quedara totalmente apartada. Su gesto, no obstante, pone de manifiesto que la singular desintegración de Vox en Mallorca parece imparable. Después de diversas batallas y conflictos internos, la formación se ha convertido en un reino de taifas. En Palma, por ejemplo, todo el poder se concentra entorno al general Fulgencio Coll, mientras que en Calvià gira alrededor de Esperanza Catalá y en Marratxí, de Pedro Bestard. Sin embargo, no hay liderazgo, una dirección clara o un interlocutor válido, lo que complica un poco más la situación.
La situación se podría agravar.
En el Parlament, la situación de sus diputados en indescifrable. Madrid se desespera ante las rupturas continuas en Mallorca y la espantada de líderes, pero tampoco se ha esforzado demasiado en aportar soluciones. No hay que olvidar que en 2023 el diputado Xisco Cardona también dejó Vox y al año siguiente fue Agustín Buades el que abandonó el grupo parlamentario y se quedó como no adscrito. En este escenario, el 29 de junio los jueces deliberarán si Gabriel Le Senne, president del Parlament, va a juicio por arrancar de un manotazo unas fotos de represaliados del franquismo.
Votante fiel a la marca.
La dirección de Vox siempre ha defendido que sus votantes son fieles a la marca y a un ideario, no a los nombres que aparecen en las listas. No obstante, también es incuestionable que su proceso de degradación en Balears admite pocas comparaciones y que casi con toda seguridad le acabará pasando factura.