A lo largo de los últimos días los representantes de Vox en las instituciones están demostrando lo alejados que se encuentran de la realidad de la calle que pisan los ciudadanos. Basta leer la prensa, escuchar las conversaciones triviales en cualquier sitio, prestar atención a lo que comentan los jóvenes, los trabajadores, los ancianos, las madres, incluso los turistas... El que la princesa Leonor reciba algún tipo de reconocimiento en la Isla no es ninguna prioridad para nadie. Ni siquiera para ella. Que la bandera arcoíris que representa al colectivo LGBTI ondee en el balcón del Parlament tampoco parece ser un problema, pues desde hace años ocurre con motivo del Día del Orgullo y nadie ha protestado.
Asuntos importantes y urgentes.
Más allá de las preferencias ideológicas o religiosas que tenga cada uno –sea político o no– la ciudadanía tiene claras cuáles son las cuestiones importantes y también las urgentes. Problemas acuciantes, como el de la vivienda, los bajos salarios de los jóvenes, la masificación, la suciedad, la delincuencia... El consenso es mayoritario en cuanto a qué preocupa a la gente. Por eso, ver que los políticos que teóricamente nos representan pierden tiempo, esfuerzos y dinero en debatir cosas que ni aportan ni interesan resulta desolador.
Su trabajo.
La clase política forma parte de lo que la mayoría considera «privilegiada», por sus salarios y la capacidad para cambiar las cosas. Sin embargo, día sí y día también contemplamos cómo foros importantes como el Parlament o el Ajuntament se convierten en espacios pugilísticos para el mero enfrentamiento politiquero, mientras los problemas que acechan a los mallorquines se eternizan y, al mismo tiempo, la visión que la gente tiene de la política se deteriora más y más. Ya es hora de cambiar de tácticas y cumplir el mandato para el que fueron elegidos.