Con una propiedad estadounidense y ejecutivos con escaso arraigo en la Isla, el Real Mallorca atraviesa un ciclo de estabilidad institucional y deportiva casi equiparable a las mejores etapas del club. Sin duda, esta nueva época de vino y rosas obedece al músculo financiero de la propiedad, encabezada por el presidente Andy Kohlberg, y también al know how de Alfonso Díaz, CEO de negocio de la SAD balear y una figura clave en el crecimiento que está experimentando la institución a todos los niveles.
Más de 18.000 abonados.
Hoy arranca la Liga y el Mallorca lo hace habiendo superado la barrera de los 18.000 abonados y una inversión en futbolistas que se aproxima a los 30 millones de euros. La venta de Kang In Lee supuso un ingreso importante para las arcas del club (unos 17 millones), pero la adquisición de nuevos jugadores supera con creces al dinero ingresado por el coreano. Sin duda, las expectativas que han generado los fichajes, especialmente el del mallorquín Sergi Darder, unido a la ambiciosa reforma de Son Moix, son factores que han contribuido a la fidelización. No obstante, el argumento de mayor peso y que más ha arraigado entre la hinchada es la seriedad del proyecto.
Una dirección seria y solvente.
Con el desembarco americano, el Mallorca ha conseguido dejar atrás una de sus épocas más oscuras e inestables. A pesar de las dudas iniciales y un gran naufragio deportivo (el descenso a Segunda B), el paso del tiempo ha evidenciado que la institución está en manos de gente seria y solvente. Detestan el ruido y su afán de protagonismo es nulo. El trabajo habla por ellos. Ahí están los resultados deportivos y económicos. El Mallorca cerró la temporada pasada en la novena posición, a unos pocos pasos de distancia de Europa, hoy alza el telón un nuevo curso y las expectativas son máximas. Fútbol es fútbol –como dijo Vujadin Boskov–, pero es innegable que hacer las cosas bien suele conducir al éxito.