Las imágenes de la matanza de civiles perpetrada por las tropas rusas en la ciudad de Bucha, en las cercanías de la capital de Ucrania, han conmocionado a la opinión pública internacional. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, no ha dudado en calificar de «crimen de guerra» lo ocurrido y responsabilizar de ello al presidente de Rusia, Vladímir Putin. La reacción indignada de la mayoría de los países occidentales no se ha hecho esperar y muchos son –entre ellos España– los que han expulsado a diplomáticos rusos, además de incrementarse las sanciones económicas por parte de la Unión Europea al suspender la compra de carbón a Rusia.
Brutalidad injustificada.
Supervivientes de lo ocurrido en Bucha han detallado el comportamiento de los soldados rusos sobre la población civil, aspecto que han confirmado las fotografías de los satélites tomadas hace ya días y que desmienten la versión del Kremlin. El episodio de Bucha y la reacción de la mayoría de la comunidad internacional supone, en realidad, el aislamiento definitivo de Putin y la imposibilidad de su rehabilitación en el futuro; circunstancia que condena al aislamiento político de Rusia hasta el cambio de sus actuales dirigentes. Pretender, como defiende Moscú, que los cuerpos esparcidos por las calles de Bucha son una teatralización es una burla a la inteligencia inadmisible.
Investigación completa.
La exigencia del presidente Volodímir Zelenski, que este martes intervino por vía telemática en el Congreso, no puede caer en el olvido, el comportamiento de Rusia en esta guerra evoca otros episodios similares vividos en Europa que se consideraban irrepetibles. En Bucha se ha manifestado el lado más cruel de un guerra que se libra a pocas horas de vuelo de las principales capitales europeas, una invasión injustificada perpetrada por una potencia que recupera por la fuerza sus viejas ansias expansionistas.