La encuesta realizada por el Instituto Balear de Estudios Sociales (IBES) en exclusiva para Ultima Hora revela la opinión mayoritaria de los ciudadanos con respecto a la gestión del Ajuntament de Palma. El veredicto es muy negativo en aspectos esenciales como la movilidad o la limpieza. La percepción crítica se extiende a la voluntad de diálogo de los responsables de la institución. La capital balear no se siente como un espacio amable. Al contrario, el palmesano advierte que debe convivir con una realidad hostil con el agravante de que algunos de los proyectos más emblemáticos del gobierno municipal –las restricciones circulatorias– tampoco logran vencer las reticencias iniciales.
Una ciudad difícil.
Palma no es una ciudad fácil de gestionar. Su fuerte vinculación turística genera desajustes importantes en sus servicios públicos –desde la limpieza a la seguridad–, pero también es cierto que ésta es una realidad conocida desde hace décadas. Los responsables en Cort no han logrado romper dinámicas que se arrastran desde hace años y sobre las que se acumulan las quejas ciudadanas. La proliferación de grafitis, coches abandonados, basura acumulada en las vías más céntricas de Palma, violencia callejera... Es una lamentable homologación con los problemas de otras grandes ciudades, pero ante los que no se logra ningún avance para su solución.
Diálogo ciudadano.
Uno de los suspensos más notables del Ajuntament de Palma, cuando ya se ha superado el ecuador de la legislatura, hace referencia a la falta de diálogo con la ciudadanía. La imposición de diferentes iniciativas no gusta en la calle, más partidaria siempre del consenso en aquellos proyectos de gran calado o con consecuencias irreversibles. El equipo que lidera el alcalde José Hila debe hacer una profunda reflexión tanto en el fondo como en la forma con la que se gobierna.