A cada día que pasa, en Palma hay más pobres que viven en la calle. Pobres que te encuentras en cualquier lugar. Pobres que, en su mayoría, carecen de un techo bajo el que cobijarse, unos porque no tienen dinero –porque el que ingresan pidiendo no les da para mucho–, y otros, porque la paguita que reciben de cerca de 500 euros no les basta para alquilar una humilde habitación y comer. Y luego están los que al verse sin nada, que son la mayoría, todo por haberse desanimado buscando soluciones a través de ventanillas de estamentos oficiales, o llamando a teléfonos que nadie descuelga, o no sabiendo cómo conectarse a internet para entrar en la web de tal o cual organismo que les pueda encaminar a la solución de su problema, terminan arrojando la toalla y, a la vez, tocados mentalmente con tendencia a sobrevivir como sea.
Sin techos de noche
Hace un par de noches nos encontramos con uno, tumbado entre cajas de cartón, y sobre cartones y un desbarajuste de ropa enorme. Estaba en la entrada de lo que fue la galería comercial en el edificio Minaco. Nos pidió tabaco. Tras dárselo, le preguntamos por su vida. Nos contó que antes de la pandemia trabajaba como DJ, que durante ella pilló la COVID, y eso, unido a que no había trabajo, pues todo estaba cerrado, le afectó mucho, tanto que se puso a fumar y a meterse en el cuerpo cada vez más sustancias. Que a su mujer, «que debe de andar por ahí» –nos dijo– le pasó lo mismo… Y que llegó un momento que ya no hubo marcha atrás y, pues… ¡Helo ahí!, tirado como un muñeco roto… «Si fumas y sigues metiéndote, vas a terminar mal», le decimos. «¿Y qué…? –responde–. Para vivir así me meto lo que sea. Total…». Nos cuenta que además de su mujer, con la que comparte espacio entre los cartones, en el lugar vive otro, que tampoco está.
Sin techos de día
Tras conversar con el indigente, un señor que pasaba por allí, cosa que por lo visto hace a menudo, nos comenta que los turistas se paran y les hacen fotos, y que como fuman… Pues cualquier día se dejan la colilla sin apagar, y con tanto cartón que hay, se va a producir un incendio, y como estén ellos ahí, dormidos… Pues imagínense el cuadro. Pues sí. ¡Tremendo!
Luego en la plaza de Comtat de Rosselló, en la entrada de los aparcamientos, nos encontramos con otro. Está tumbado sobre dos mantas, semidormido... Intentamos hablar con él, pero, tras mirarnos, se dio media vuelta y pasó de nosotros. Más tarde, en el cajero de un banco, había otro, y cuando nos retirábamos, en la entrada de los aparcamientos municipales de mi calle, junto al ascensor, otro dormía a pierna suelta. Y al día siguiente, más. A plena luz del día, en uno de los bancos que hay frente a la Misericordia, una mujer, tapada con una manta, también dormía, y a pocos metros, debajo de otro banco, vimos bolsas colocadas con orden, se ve que de alguien que no tiene casa y que duerme allí, o cerca de allí, y que en ese momento andaba por ahí, buscándose la vida…
En Cort y en el Parlament
A todo esto, EAPN-Illes Balears-Xarxa per la Inclusió Social organiza un doble acto con motivo del Día Internacional per a l’Erradicació de la Pobresa. Será este jueves, en la plaza de Cort, con lectura del manifiesto sobre el citado día, y al día siguiente, a las 11, en el Parlament, con la presentación del informe sobre el estado de la pobreza en Baleares.
Desconociendo lo que dice dicho informe, ayer estuvimos hablando con Jaume Santandreu, excura dedicado durante su vida a la pobreza, ya bien como misionero en Burundi y Perú, ya bien como cura obrero o creando centros para acoger sin techo, bien dando la cara en su nombre, o enterrándolos… Hablando con él, le preguntamos sobre la pobreza, y cómo combatirla.
...o morir en la calle
«Pues la única forma de combatirla es no darles una paguita, que no se la dan a todos –matiza en Can Gazá–, pues muchos no saben cómo pedirla, sino conseguirles un techo bajo el que puedan vivir, y a partir de ahí facilitarles un trabajo. Porque si les dan una paguita de 500 euros, a los que se las dan, claro, con ese dinero no pueden alquilar ni la más pobre de las habitaciones, lo que le obligará a vivir en la calle. Y la calle termina con cualquiera. Por ello, los gobiernos deberían de resolver el problema de la vivienda, ya que la no resolución del mismo lleva a que el ser humano pierda su dignidad y parte de sus facultades mentales, por lo cual habría que crear también centros para tratarles, porque… ¿Dónde va hoy un sin techo, que además padece problemas mentales? A ningún sitio… Bueno, sí, a morir en la calle».
Los pobres y las preposiciones
Luego, Santandreu, aborda otra cuestión: el de las ayudas a esta gente a través de actos, cenas o rifas para recaudar fondos. «En este caso, juegan una baza muy importante las preposiciones … Por eso pregunto: ¿El día que se celebre el acto en el Parlament será para los pobres que viven en la calle o con los pobres que viven en ella? Es decir, ese día cederán los parlamentarios sillas del Parlament a los pobres que malviven prácticamente tirados en la calle durante el acto para que asistan y participen, dejándoles que cuenten sus experiencias y señalando sus necesidades, o el acto tendrá lugar sin la presencia de los pobres de la calle, basándose solo en lo que digan los organizadores o las personas designadas por ellos? Si es así, ¿cuántos de los que tratarán la pobreza han visto a un pobre de cerca? ¿Cuántos han pasado más de una hora escuchándolos? ¿Cuántos han estado en el lugar dónde duermen? ¿Han pensado, además, dónde estas personas podrían ser tratadas de su enfermedad mental…? Porque cuando tienen un brote, los mandan a Son Espases, dónde permanecen, a lo sumo, dos semanas, y luego a la calle… Por eso decimos que no es lo mismo un acto para los pobres que un acto con los pobres».
Pues he ahí la cuestión.
Porque nos parece muy bien el interés que hay por erradicar la pobreza; de que políticos e instituciones se quieran implicar en ese cometido, pero, ¿de qué manera lo van a hacer?