El pasado martes, Santa Margalida fue escenario de un acontecimiento significativo: la primera cena celebrada en la casa de John Barry, el renombrado compositor británico ganador de cinco premios Oscar, creador de la música para once películas de James Bond, además de clásicos como 'Memorias de África', 'El león en invierno' y 'Bailando con lobos'. Aunque llamarla «casa» es generoso ya que la construcción nunca se completó y ha sido objeto de numerosos actos vandálicos a lo largo de los años.
Después de frecuentar la finca de Sa Capella en el mismo municipio durante los años 60, hacia 1974 el compositor compró la finca Femenias y encargó la construcción de esta mansión de estilo californiano a través de su apoderado en Mallorca, pues él residía en Estados Unidos. Debido a la estafa que sufrió Barry por parte de dicho apoderado, las obras nunca se llegaron a terminar. Tras el fallecimiento del músico en enero de 2011, la mansión fue vendida por sus descendientes a un inmobiliario y arquitecto alemán, Nicol Worbs. Ahora, el Ajuntament de Santa Margalida y el nuevo propietario dedicarán un espacio para ligar la figura de John Barry a la promoción de Santa Margalida y Can Picafort. La casa será completada siguiendo los planos originales, y la propiedad financiará un centro de interpretación sobre el legado de John Barry y organizará eventos en su honor.
El selecto grupo de invitados (que incluía a Joan Monjo, actual alcalde de Santa Margalida; Martí Àngel Torres, quien será alcalde a partir de 2025 por un pacto de coalición; y Manel Quadreny, experto de John Barry en Mallorca y miembro de la «Associació Balear d’Amics de les Bandes Sonores») fue recibido por Nicol en un apartamento cercano a la casa, la parte más terminada del complejo. Allí, el arquitecto alemán dijo unas palabras y explicó el origen de su interés por la propiedad (solía verla desde la carretera y se refería a ella como Casino Royale, aún desconociendo la conexión con 007). Seguidamente, Joan Monjo explicó el valor histórico y cultural de la casa.
A continuación, los invitados caminaron por una alfombra roja iluminada por velas hasta llegar a la terraza, subiendo la escalinata donde Barry se fotografió con la actriz Ingrid Boulting. Desde allí, con vistas a Formentor, resonaron algunas de las composiciones más famosas de la franquicia de James Bond, mientras los asistentes disfrutaban de la panorámica (inédita hasta ahora). Hace unos días se publicó en este mismo periódico una entrevista con la cantante mallorquina que Barry quiso promocionar en Londres, Antònia Frontera (también presente en la cena), en la que se afirmaba que el compositor, durante la construcción fallida de la mansión, se despidió de Frontera y nunca volvió a pisar la isla. Sin embargo, Lee (el agente inmobiliario que facilitó la venta de la propiedad) reveló que Barry visitó en secreto la propiedad en 2005, unos seis años antes de fallecer, con su última mujer Laurie y su hija, ya que ellas no habían visto el mamotreto. Cuando Lee preguntó a la familia, que se hospedó en el hotel pollensín Son Brull, si tenían intención de finalizar la espectacular edificación, Laurie afirmó que «ni en sueños» y que sólo habían venido para ver «el elefante blanco».
La cena se sirvió en la terraza, donde Barry había imaginado una orquesta tocando bajo su dirección desde una torre en el piso superior. La chef Dorotea presentó el menú: ceviche de dentón de la bahía de Pollensa, pasta con osobuco, filetes de ternera acompañados de ratatouille y pesto de salvia, y de postre, texturas de café.
La velada concluyó con una sensación de optimismo (y «herbes dolçes») entre los asistentes, quienes coincidieron en que la finalización de la casa de John Barry no sólo honrará la memoria del compositor, sino que también aportará un nuevo atractivo cultural a Santa Margalida. Con la promesa de futuros eventos y un centro de interpretación dedicado a su legado, la mansión inacabada se perfila como un símbolo de la conexión entre la isla y uno de los grandes nombres de la música cinematográfica. Santa Margalida está lista para celebrar, por fin, el vínculo que la une con el legendario compositor, esta vez de una manera definitiva y duradera. Sin duda, una noche que Barry habría disfrutado... o al menos, habría sonreído ante la ironía de que su casa, aunque incompleta, sigue siendo escenario de noches memorables.