El pintor Ángel Baldovino cumplió este viernes 95 años. Nos da como referencia que nació en 1929, «cuando la banca de mi país se hundió», comenta. Y los cumplió en su casa de Alaró, a la que califica de «lindo lugar», donde vive solo desde que su compañera del alma, María de la Paz, falleció.
«Era artista, como yo. Tenía 70 años al fallecer. Vivimos juntos durante 35 años. Desde entonces intento ocupar el lugar vacío que me dejó, pero, la verdad sea dicha, eso cuesta mucho. Así que lo llevo como puedo. Era una mujer muy culta, que hablaba cinco idiomas. Yo le decía que aunque no estuviéramos casados, estaría siempre a su lado hasta que la muerte nos separara. Como así ha sido. ¿Sabe lo que me dijo el día que murió? Me dijo que no dejara de realizar mi fantasía, que siguiera pintando las cosas bellas que hago. Y así lo hago, o al menos lo intento», expone.
Ángel está terminando un cuadro en homenaje al pintor ruso Vasili Kandinsky. «Es una tela de un metro por 70 centímetros, con bastidor», dice, apartándose para que lo veamos en toda su amplitud. «Es mi maestro», dice mientras señala la pintura con su pincel. ·Fue el primer moderno de la pintura abstracta, o cuando menos uno de los que en el siglo XX se iniciaron en el arte abstracto. Además, su arte es de lo más espiritual, y como escritor, también. Se lo digo porque he leído sus libros. Kandinsky, a través de su pintura, trató de atrapar las miradas por el color, la forma y el lenguaje del arte», aporta.
Baldovino, que viste camisa gris, estampada, y pantalón corto, de color azul, reconoce que ha vivido «y sigo viviendo» de la pintura, lo cual, hoy, no es fácil, sobre todo vender cuadros de gran formato: «Por ello vivo de mis pequeñas obras sobre cartón, pero no por ello dejadas de hacer con todo mi saber e ilusión».
«Llegué con 15.500 dólares»
En una ocasión, Baldovino nos contó que tenía la suerte de, si se lo proponía, vivir en una burbuja. «Y es que sé abstraerme de tal modo de cuánto me rodea, que tengo la sensación de que estoy dentro de ella. Ocurre cuando me doy cuenta de lo que me rodea no me interesa. Entonces creo un mundo a mi alrededor que poco, o nada, tiene que ver con el real, en el que soy feliz».
En otra ocasión le dije que si todos los argentinos que han salido a vivir lejos de Argentina se reunieran a la vez en algún lugar, de tantos que serían, formarían otra Argentina, otro país. «No lo dudo. Yo me fui, no por cuestiones políticas, sino por amor al arte, buscando otros lugares donde pudiera desarrollarlo. Otros, o mejor, la mayoría, han salido porque a Argentina no hay Dios que la gobierne. Por eso, y porque la situación es bastante irregular, es por lo que muchos nos hemos ido, buscando otros horizontes. Yo, antes que acá, estuve en Venecia y en París, pero me tuve que ir por la humedad, viniéndome a España donde el sol luce, por lo menos, 250 días al año. Recuerdo que llegué a España con 15.500 dólares, y que en los primeros años estuve gané también dinero. Eran otros tiempos, ¿sabes?», dice mientras suspira con nostalgia. «En aquellos primeros años que estuve en Mallorca, me ayudó a introducirme en este mundo, poniéndome en contacto con galeristas, el pintor Rafael Jaume, que era también corrector de Ultima Hora.».
El arte y los ricos
¿Acaso, hoy, no hay compradores de obras de arte?, preguntamos. «Sí, pero están en la sombra. Aparte de que hoy el arte es más bien para ricos. Porque la clase media, que antes compraba, hoy, aparte de que está desapareciendo, tiene otros frentes abiertos ante sí, entre otros, muchos impuestos, sueldos no muy elevados. Yo, en vista de esta situación, para lo que me queda de vida, y para vivirla más tranquilo, me gustaría encontrar, o algún sponsor o a algún manager que me llevara, porque yo solo... La verdad es que es muy complicado. Es más, algunos de lo que me conocen no saben si sigo vivo. Sí, lo digo porque más de un a vez me han llamado preguntándomelo. Y yo, a veces, he pensado que si los que me llaman son los que tienen obras mías, y que si lo hacen –se echa a reír– es por saber si he muerto y así revalorizarlas, pero bromas aparte, para un pintor de mi edad, lo mejor es tener un manager. Alguien que haga llegar la obra hasta donde uno no puede», confiesa.
Reconociendo que su vida es como un largo camino, en el que no han faltado los altibajos, ni los momentos de gloria y esplendor, «y no sabiendo cuánto voy a vivir, aunque la vida cada vez se acorta un poco más, pido vivir lo que me quede en paz, y poder seguir pintando hasta el último día. Si, me gustaría morir frente al caballete sosteniendo un cuadro, y yo con el pincel en la mano, pintando. Sí, morir con el pincel en la mano, con la sensación de que Dios mueve mi mano haciendo que sobre la tela aparezcan unos colores limpios».
Por último hablamos de los políticos que tienen que ver con el arte. «Bueno, creo que las autoridades hacen lo que pueden. Aunque también pienso que podrían hacer algo más, sobre todo por los viejos artistas, a quiénes nos tienen prácticamente olvidados. Porque si piensan en alguien, piensan, sobre todo, por los jóvenes».