Podrían juntarse las dos cosas: sin techo buscándose la vida a la hora de cobijarse, y personas sin recursos, que al no poder alquilar ni siquiera una triste habitación, se compran una tienda de campaña que instalan no muy cerca ni muy lejos del centro de la ciudad, en este caso, Palma. Y en ambos casos -nos referimos a los que hoy abordamos-, dado que estamos en pleno verano, se instalan frente al mar.
Ni que decir tiene que esos campamentos, a la vera de edificios como el de GESA, el que Cort quiere reconvertir en Museo de Arte Moderno, el Palacio de Congresos y frente a la oficinas de Emaya -en la calle Joan Margall-, o más concretamente, en la parte alta del ‘Parc Pocoyó', por encima de donde Cort está construyendo unas dependencias, de momento no lo forman numerosos habitáculos, aunque con el tiempo se supone que pueden llegar más personas. De su existencia tiene constancia la Policia Local de Palma, y por ende, el gobierno municipal. Y, naturalmente, los vecinos.
¿Crean problemas estos campamentos? Por lo que vimos la otra tarde cuando los recorrimos, ninguno. Entre otras cosas porque nos dio la impresión de que quiénes viven en ellos no estaban. Vamos, que no había nadie, pues nuestra presencia fue más que notoria; nos paseamos por estos campamentos como Pedro por su casa, sin que ni una sola persona de las que viven bajo sus lonas asomara por ninguna parte, lo cual nos hizo pensar que estaban, o en la playa -¿y por qué no, acaso no tiene derecho a bañarse un sin techo?-, o buscándose la vida por ahí. ¿Que luego por la noche, cuando regresen a pasarla bajo las lonas haya problemas? Pues no lo sabemos.
Hay que ir mirando al suelo
Hablamos, eso sí, con personas del vecindario, no todas muy de acuerdo con que ese territorio haya sido ocupado, primero -nos dijo uno-, porque unas tiendas están pegadas a un pequeño parque infantil al que cada vez acuden menos niños. Segundo, porque en algunos puntos se acumulan basuras. Y tercero, porque esta buena gente, como cualquier otra persona, necesita asearse, mingitar y defecar diariamente, pero como no tienen ni para lo uno, ni para lo otro, pues... Para lo primero se buscarán la vida en cualquier fuente cercana, o sino, dándose un chapuzón en el mar, que tienen apenas a cuatro pasos, y lo segundo… Pues detrás de cualquier matorral, ¿no?… Lo deducimos porque, por según que sitios, debes caminar con la vista fija en el suelo ya que de lo contra- rio puedes pisar alguna cagarruta humana. Por eso, puede que los paseos que antes se daba la gente por ese lugar hayan menguado.
Otra persona con la que hablamos nos dijo que hasta hace poco había habido una intentona de plantar las tiendas de campaña en el espacio al que se llega bajando unas escaleras, otrora refugio de indigentes evacuados por orden de Hila. Parte de este espacio se está convirtiendo en una dependencias municipales -de hecho se está trabajando en ello a diario-, pero los echaron de ahí.
Otra de las cosas que ocurren en ese lugar -para ser exactos, en unos terrenos cercanos al Palau de Congressos-, es que algunos que habían acampado allí, al marcharse a otro sitio, dejaron basuras y un montón de cosas más esparcidas por todas partes… Que ahí siguen. Lo decimos por si los servicios de limpieza no las han visto, ya que no están muy a la vista… Pues ahí permanecen, junto a otras tiendas en las que siguen viviendo personas.
¿Qué hacemos?
También está lleno de desperdicios el habitáculo del fondo, pegado a las paredes de GESA. Desperdicios, cartones, cachivaches varios, suciedad, un colchón sucio, ramas con hojas secas, etc., que nos hace pensar: ¿quién puede vivir ahí, en esas condiciones? ¿Que qué podemos decir de todo esto? Pues que el campamento, aunque un tanto disperso, continúa ahí, pero con tendencia a hacerse mayor. Que sigue ahí frente a fincas cuyos vecinos, por lo apuntado antes, no deben de estar muy contentos.
Pero es que si están ahí es porque no tienen casa. O no pueden alquilar una habitación. Por tanto, ha de ser la autoridad competente quien decida lo que se debe de hacer con ellos, y más cuando los albergues están a tope y la precariedad económica de muchos es cada vez mayor. Y que sin ser ‘menas', les ocurre lo que a estos: que apenas tiene amparo, porque, ¿a quién le importa un sin techo…? Por eso, como lo saben, se buscan la vida como pueden, y si es frente al mar, más en verano, a nadie le ha de sorprender. Pero también están unos vecinos y unos asiduos a ese lugar, que tal y como se están poniendo las cosas en él, no les gusta la situación.
Así que, senyor batle, ¿qué hacemos? Porque nos tememos, que al igual que el turismo, la pobreza está completamente descontrolada.